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Escépticos e incrédulos

La megafonía de la estación de Bellvitge recordaba sin cesar, a lo largo de la fría mañana de ayer, el restablecimiento del servicio de la línea C-2 de Cercanías, tras casi un mes de interrupción. Los usuarios que, en las primeras horas del día, desfilaban con cuentagotas por la estación se debatían entre el escepticismo y la incredulidad. "Voy con desconfianza. Como para no desconfiar después de lo que hemos pasado", decía Cristina Mengual, vecina de Bellvitge. En la estación de Sants de Barcelona, Enrique Franco, vecino de Barberà de la Conca (Conca de Barberà), lamentaba los constantes reproches ciudadanos a la gestión política del colapso de Cercanías e insistía en que "el AVE es un gran beneficio para Barcelona. Lo que ha ocurrido son imponderables", concluyó. Al oír esto, José María Acera, un usuario procedente de Calafell (Garraf), le interrumpió: "lo que ocurre con los trenes es indignante. Mi mujer y yo vivimos en Calafell y trabajamos en Cerdanyola del Vallès. Por culpa de los problemas con los trenes, nos hemos visto obligados a alquilar una habitación cerca de Cerdanyola para poder llegar a tiempo a trabajar".

Ayer, Acera y su mujer, Fina, decidieron aprovechar la mañana para ver si el restablecimiento parcial les permitía reducir el tiempo que tardan en ir de Calafell a Cerdanyola. "Con el apaño de los autobuses, tardábamos tres horas en ir al trabajo, no podíamos seguir de esa manera. A ver si ahora podemos volver a casa", afirmó Acera.

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