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Reportaje:DESAFÍO POPULISTA EN AMÉRICA LATINA

Ortega, el aliado fiel

El presidente nicaragüense mantiene una fe ciega en las promesas de ayuda de Chávez

V ilma Núñez es una sandinista "de corazón" que confiesa su desencanto. Durante años fue devota de Daniel Ortega -"era mi ídolo y uno de mis referentes ideológicos"-. Hoy no se siente representada por el presidente de Nicaragua ni por la cúpula del Frente Sandinista, porque "han traicionado la revolución". Esta veterana luchadora a punto de cumplir 68 años combatió la dictadura de Somoza y estaba en la cárcel cuando los nueve comandantes del FSLN, entre ellos Ortega, entraron en Managua en julio de 1979 al frente de las columnas revolucionarias. Vilma Núñez recuperó la libertad y, durante los primeros 10 años de régimen sandinista, fue vicepresidenta de la Corte Suprema. Hoy dirige el Centro Nicaragüense de Derechos Humanos.

El discurso de Ortega es radical y antiespañol fuera de su país y mucho más moderado con los empresarios en Nicaragua
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El trueno de Chávez

"Daniel Ortega se comporta como el acólito de Chávez y no como el presidente de Nicaragua", dice al comentar la reciente diatriba del presidente nicaragüense contra políticos y empresarios españoles en la Cumbre Iberoamericana de Santiago. La decepción que provoca en Vilma Núñez la figura del presidente nicaragüense empezó en 1998, cuando Zoila América denunció a su padrastro Ortega por abuso sexual. "Llevé el caso hasta la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Me cerraron las puertas del Frente Sandinista, pero no me expulsaron", recuerda Núñez.

El caso pudo significar la muerte política de Ortega pero, en contra de todos los pronósticos y gracias a su perseverancia y la memoria volátil de los votantes, el líder sandinista, ya con 62 años, más calvo y con más kilos, fue elegido presidente el 5 de noviembre de 2006 después de tres intentos fallidos. El Frente Sandinista vuelve a gobernar en Nicaragua 16 años después, pero el partido no es el de antaño, sus dirigentes más carismáticos formaron otro partido o abandonaron la política, y su máximo líder es denostado no sólo por la oposición derechista, sino también por un sector de la población nada despreciable que algún día creyó en la revolución.

Como Vilma Núñez, abundan los nicas a los que no gusta la influencia creciente de Chávez en Nicaragua. "En la época de la revolución nos decían que dependíamos de Cuba. No recuerdo jamás a un funcionario cubano dándonos órdenes. Y ahora, el día de la toma de posesión, en enero pasado, Chávez se permitió el lujo de pedir la reelección de Ortega".

Las críticas al presidente tienen que ver con su doble discurso: radical, antiimperialista, antiespañol y unos cuantos más antis en algunos foros internacionales y en mítines, y mucho más moderado cuando dialoga con los empresarios en Nicaragua. ¿Qué consigue mi país a cambio de convertirnos en el fiel escudero del chavismo? Más de un nicaragüense se hace esta pregunta, que obtiene respuestas radicalmente distintas, según quien la conteste. Para el Gobierno, Venezuela es el país solidario que desembolsa desinteresadamente su ayuda ante huracanes y crisis energéticas, y que sacará a Nicaragua del subdesarrollo y la pobreza.

A la cabeza de la lista de promesas del líder venezolano figura la construcción de una refinería por un coste de 3.900 millones de dólares, con capacidad de refinar 150.000 barriles diarios. La otra gran promesa fue la apertura de una carretera a la costa atlántica que debía unir los 500 kilómetros que separan Río Blanco de Puerto Cabezas, con una inversión de 350 millones de dólares. No hay noticias de ambos proyectos.

Las realidades de la ayuda de Chávez consisten en 32 pequeñas plantas generadoras de energía, alimentadas con gasóleo. El problema es que el diésel encarece enormemente la energía que producen, pero al menos han servido para amortiguar el racionamiento y los cortes de luz que exasperan a los nicaragüenses. A pesar de que el presidente venezolano prometió suministrar el 100% del consumo petrolero de Nicaragua, en octubre se habían recibido sólo 70 millones de dólares de crudo a precio de mercado. La factura petrolera es de 600 millones de dólares al año.

La cooperación española ascenderá este año a 58 millones de euros, y la condonación de deuda alcanza los 713 millones de dólares. El único contencioso en las relaciones entre Nicaragua y España se llama Unión Fenosa. La compañía eléctrica tiene una imagen pésima en todos los ámbitos de la sociedad. "Cómo no vamos a tener mala imagen si el presidente nos llama [como hizo en Santiago] mafiosos y gánsteres", replica José Luis Gómez, vicepresidente ejecutivo de Disnorte-Dissur, el nombre con el que opera Unión Fenosa en Nicaragua. La compañía está en el disparadero. Los 111,7 dólares el megavatio por hora suponen la tarifa eléctrica más cara de América Latina, con excepción de Panamá. Y además, desde junio hay racionamiento del suministro con cortes de hasta siete horas.

Las organizaciones de consumidores están que trinan. "El año pasado se presentaron 54.000 reclamaciones", explica Lucas Revuelta, del movimiento social Otro Mundo es Posible. José Luis Gómez admite que a su compañía le toca el peor papel. Al ser el distribuidor, carga con la responsabilidad del mal servicio, del cobro de los recibos y del corte a quienes no pagan. Pero no toda la culpa es de Unión Fenosa. Las pérdidas reales que presenta la empresa española son del 26,5%, no sólo por el elevado coste de la generación eléctrica, derivado de los altos precios del petróleo. Las reservas al límite, por falta de plantas y mal mantenimiento de las existentes, y la sequía son otras de las causas, a las que hay que añadir el robo y el fraude energéticos de los más pobres y, sobre todo, de los que pueden y no pagan. Empresas, instituciones respetadas, políticos y empresarios poderosos integran una lista interminable que ven normal no pagar la factura de la luz.

A pesar de los discursos belicosos de Ortega, el Gobierno reconoce que "hay responsabilidades compartidas", en palabras del diputado Agustín Jarquín, de la alianza de los sandinistas con los democratacristianos y vicepresidente de la Comisión de Infraestructura de la Asamblea Nacional. El doble discurso orteguista, uno para consumo interno y satisfacción de sus seguidores y otro más proclive a la negociación, es una de las notas destacadas del regreso al Gobierno del Frente Sandinista.

Daniel Ortega,  presidente de Nicaragua.
Daniel Ortega, presidente de Nicaragua.REUTERS

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