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Una reserva de veteranos en América

La cantera de ETA, con sus jóvenes procedentes de la violencia callejera dispuestos a todo, como está demostrando el comando Vizcaya, está siendo sostenida y entrenada por una reserva de militantes maduros, cercanos a la cincuentena, que son los actuales cerebros militares de la banda y los principales responsables de su reorganización.

Formados en Nicaragua, donde en los años ochenta colaboraron con los servicios secretos sandinistas, y posteriormente en Cuba y El Salvador, o retirados en Venezuela, Uruguay y México a la espera de ser llamados de nuevo, en estos últimos años se han ido reintegrando progresivamente al aparato militar para suplir los agujeros que ha ido causando en sus estructuras la sucesión de golpes policiales en España y Francia.

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La ETA de hoy está dirigida por varios de estos veteranos, auténticos pesos pesados con años de práctica terrorista a nivel internacional. Entre ellos figuran, por ejemplo, Eusebio Arzalluz Tapia, Javier López Peña, Juan Cruz Maiza Artola y Luis Ignacio Iruretagoyena. Los dos últimos fueron detenidos en 2007 en Francia. Maiza, de 57 años, dirigía el aparato logístico y era miembro del comité ejecutivo etarra cuando fue arrestado el 26 de julio. Iruretagoyena, de 51, entrenado en Nicaragua como Maiza, dirigía la fábrica de bombas ubicada en una casa de Cahors (Francia) descubierta el pasado 1 de septiembre.

Golpes de envergadura

En el garaje de esa casa se prepararon el coche-bomba que reventó la T-4 y los artefactos cargados con al menos 100 kilos de explosivos que la policía interceptó en Saint Jean de Pied de Port (Francia), Ayamonte (Huelva) o Castellón. Aunque se desconocen sus objetivos, la envergadura de su carga da una idea de la dimensión del daño planeado.

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El comando Vizcaya, radicado en el Duranguesado, comarca natal de casi todos sus miembros, dispone de su propia infraestructura y suministro de explosivos, al margen de la fábrica de Cahors.

Estos veteranos han promovido golpes importantes en Francia para abastecer a la banda, con asaltos a armerías, polvorines y el robo masivo de material de falsificación, realizados en ocasiones por auténticos comandos de asalto. Y, como en Suramérica, han recurrido a secuestros de apenas 48 horas, como el de una familia de Orio de vacaciones en Francia, para ejecutar los atentados.

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