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El conflicto de Oriente Próximo

Karnit, víctima de la geopolítica

propios.

La geopolítica, tanta veces causa última de los conflictos y muchas más afición de los estrategas de salón, produce víctimas, humildes víctimas olvidadas con nombres propios. Como Karnit Goldwasser, esposa del soldado israelí Ehud Goldwasser, secuestrado por las milicias islámicas libanesas de Hezbolá la mañana del 12 de julio de 2006. Desde entonces, Karnit -que estuvo ayer en Madrid y fue recibida por el ministro de Exteriores español, Miguel Ángel Moratinos-, espera una señal, una prueba, un final que acabe con este año y medio de dolorosa incertidumbre.

"No sé si Ehud está vivo, si está enfermo o si sobrevivió a sus heridas. No hay rescate ni negociación, no tengo ninguna información sobre él", cuenta Karnit, una veinteañera que perdió a su marido nueve meses después de la boda.

Aquella mañana del verano de 2006, Hezbolá atacó a dos patrullas israelíes. Mataron a tres soldados y capturó a Ehud y otro compañero. La operación de los milicianos islamistas tenía por objetivo aliviar la presión israelí sobre los integristas palestinos de Hamás, que poco antes habían secuestrado en Gaza al soldado Gilad Shalit. El líder de Hezbolá, Hassan Nasrala, exigió ese mismo día una negociación sobre los miles de prisioneros palestinos encarcelados en Israel y declaró ufano: "Los soldados capturados están lejos, lejos, Si creen que los van a rescatar, sueñan". El incidente desencadenó una nueva guerra de Líbano, la enésima destrucción de Beirut y más de mil muertos.

Hezbolá y sus patrones de Teherán cantaron victoria sobre Israel, "una divina victoria", como la calificó Nasrala. En el precio figuraba también la desaparición de Ehud, que antes de enrolarse estudiaba un master de ingeniería, la vida rota de Karnit, el dolor de sus padres y de sus dos hermanos. Karnit y Ehud son víctimas de carne y hueso del duelo estratégico, de la lucha por la hegemonía en Oriente Próximo de Israel e Irán.

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