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EE UU bombardeará uno de sus propios satélites

El plan pretende evitar los daños de una caída sin control

El Pentágono reveló ayer sus planes de destruir un satélite espía con tres misiles lanzados desde un crucero del ejército. Parece un anuncio sacado de los almanaques de la Guerra Fría, pero no lo es. En realidad el satélite pertenece a los servicios de inteligencia de EE UU, y hace dos años que está estropeado. El Departamento de Defensa ha decidido tumbarlo de forma controlada para evitar que parte de los materiales tóxicos que lo componen puedan causar algún daño en núcleos de población.

En un periodo de 12 días, el navío del ejército cazará al satélite, haciéndolo caer sobre el Océano Pacífico. El satélite no tocará la superficie del planeta hasta la primera semana de marzo, según el general James Cartwright, vicepresidente de la Junta de Jefes del Estado Mayor. "Es la primera vez que utilizamos un misil táctico para atacar a un objeto espacial", dijo.

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Los tres misiles, modelo Standard 3, serán lanzados desde Hawai y tratarán de interceptar al satélite justo antes de que éste entre en contacto con la atmósfera terrestre. "Hay posibilidades de errar, pero es mejor intentarlo", dijo el general Catwright. Los oficiales del Pentágono intentarán que el misil perfore el depósito de fuel para reducir la cantidad de desperdicios tóxicos que llegará a la superficie de la tierra.

El satélite, denominado US 193, fue puesto en órbita en diciembre de 2006. Su peso es de 2.500 kilos y tiene el tamaño de un minibus. Su órbita sobre la Tierra es de 58'5 grados, lo que implica que sobrevuela zonas del planeta como Irlanda, Escocia y la Patagonia. Cuando se diseñó, se suponía que iba a ser una revolución en la obtención de imágenes terrestres, pero días después de alcanzar su posición perdió contacto con sus mandos de control. Hasta ahora ha estado propulsado por unos pequeños cohetes de posición que se alimentan de hizadrina, un material altamente tóxico que podría dejar secuelas en cualquiera que entrara en contacto con él. En el depósito quedan unos 500 kilos de este propulsor.

El año pasado China atacó a uno de sus propios satélites, una estación meteorológica que también había quedado obsoleta. Entonces EE UU presentó una queja diplomática oficial. EEUU se quejó porque la destrucción de un satélite en órbita podría crear desperdicios que podrían ser perjudiciales para la atmósfera y eventualmente peligrosos para la población. Pero lo cierto es que la mayoría de satélites militares estadounidenses orbitan a baja altitud, por lo que esta demostración de fuerza por parte de China los convertía en posibles blancos fáciles en caso de confrontación militar.

Ya en 1979 la estación espacial Skylab, que pesaba 71 toneladas, cayó de órbita y esparció desechos sobre el Océano Índico y en lugares remotos de Australia. Entonces EE UU no la tumbó "porque no se disponía de la tecnología necesaria", según fuentes cercanas al Pentágono.

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