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LA VIOLENCIA MACHISTA: EL DOLOR DE LAS FAMILIAS

El viaje más triste de Teodoro

El padre de la boliviana asesinada aterriza en Madrid sin la presencia de ninguna autoridad. EL PAÍS acompañó a la familia en un día de burocracia

Álvaro Corcuera

Dicen que los ojos expresan todo lo que siente un hombre. Los de Teodoro Morales estaban ayer encapotados por las lágrimas, por el cansancio del sufrimiento infinito. Sobre las siete de la tarde, su figura asomó temblorosa tras la puerta de la sala 1 de llegadas de la Terminal 1 del aeropuerto de Barajas. Tres días después del asesinato a puñaladas de su hija a manos de su pareja sentimental.

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No le fue sencillo a Teodoro, padre ya de sólo dos hijos (Laura era la hermana mediana), un hombre dedicado a atender una farmacia familiar en Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia, pisar España. Lo logró gracias a la colaboración de un canal de televisión PAT que le entrevistó el miércoles y unas líneas aéreas de su país. Llegó puntual tras su viaje más triste y doloroso.

En el aeropuerto le esperaba poquita gente. Allí estaba su cuñado, Jaime Fernández, que vive en Barcelona. Ambos se fundieron en un abrazo interminable. También aguardaban para consolar a Teodoro dos amigos de su hija y dos miembros de la iglesia adventista, a la que pertenece la familia Morales. Pero el día en que los partidos recuperaron para la campaña electoral la lucha contra la violencia machista, ni una sola autoridad, ni un sólo político, se acercó a recibir a un hombre desgarrado por el dolor y que jamás había visitado España. Tampoco hubo ningún representante del Gobierno boliviano, que pagará los más de 3.000 euros que cuesta la repatriación del cadáver de la joven.

Sólo este periódico y un equipo de Telecinco se interesaron por Teodoro. EL PAÍS acompañó a Jaime, en un viaje de 11 horas de burocracia por la capital.

2Con un caminar débil y un habla pausada, Teodoro explicó que sentía "confusión" e "incredulidad" por lo sucedido con Laura. Poco más pudo decir. Estaba roto. La quinta víctima del terrorismo machista en lo que va de año en Madrid, su hija Laura, era una buena hija. Pero no sólo. Era buena amiga y compañera. Cariñosa, simpática, responsable. Gran estudiante. Muy trabajadora. Creyente. Esa era Laura Morales, asesinada el lunes presuntamente por su compañero sentimental, Néstor Wilfredo Villamatas, también boliviano de 29 años, en el piso que ella tenía alquilado en la calle de Salitre, en Lavapiés. De él, los que le conocieron cuentan que era muy celoso y posesivo, además de bebedor. "Lo suyo era enfermizo", dijeron varias personas.

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Jaime, que vive en Barcelona con parte de la familia (Laura era la única en Madrid), no paró en todo el día. Este periódico le acompañó en una jornada burocrática, solitaria y muy triste para él. El peor trago, en el Instituto Anatómico Forense. Jaime quería ver a su sobrina por última vez. No pudo ser. No hasta que no lo autorice el juez, según le explicaron. "Son muy estrictos, ¿no?", lamentó más tarde. Con gran entereza, Jaime cogió las pocas pertenencias de Laura. Primero, en una pequeña bolsa de plástico transparente, de bocadillo, le entregaron un reloj. Después, en una bolsa de basura negra, su ropa. Muy poca. "Es sólo la ropa interior. Ahí fuera tiene un contenedor si prefiere tirarlo", le indicó una trabajadora social. El cuerpo de Jaime se estremeció. Su cara, pétrea, inolvidable.

En ese viaje por Madrid, Jaime, siempre con gesto contenido, conoció el lugar donde Laura conoció a su asesino confeso, un amplio e impoluto restaurante boliviano en el que trabajaba desde noviembre. En La Choza, un Laura y Néstor eran camareros. Sus compañeros reconocieron que el chico "tomaba (bebía) mucho", aunque puntualizaron que mientras estuvo con Laura nunca le vieron borracho. "Se volvió loco. No quiero ni oír hablar de él", lloraba desconsolada Isabel, la responsable del local.

Néstor era un hombre celoso. Jonás, muy amigo de Laura desde hacía cuatro años, lo explicaba: "Me tuve que alejar de ella". Algo en lo que coincidía otra amiga, que prefirió omitir su nombre. "No contestaba al teléfono. No quería que le llamáramos desde que lo conoció a él. No le dije nada porque no me quería meter en su vida", dijo triste. Ella compartió tres años con Laura en Santiago de Chile. Allí, Laura estudió Ingeniería Comercial, en la universidad adventista. Luego se trasladó a España. Fue hace dos años, cuando llegó para estudiar un máster en la Universidad Antonio de Nebrija y otro en la Pontificia de Salamanca. A través de ambas facultades, Laura logró una beca en una oficina de Dinero Express del barrio de Salamanca, una filial del BBVA dedicada a las necesidades financieras de los inmigrantes.

"Llevaba dos días sin venir a trabajar. Era rarísimo porque Laura era muy responsable", decía ayer Sofía Gambara, una compañera de oficina. Allí las caras eran muy largas. José Luis Jiménez, otro compañero, recordaba: "Desde que se incorporó el contacto con ella fue muy positivo". El carácter reservado de Laura ocultó, sin embargo, la relación que mantenía con Nestor. "No lo conocíamos", dijeron.

De camino al aeropuerto, Jaime recordó el gusto de su sobrina por la música. "Me encantaba bailar con ella cuando venía a Barcelona", dijo. Tras un silencio, suspiró: "Laurita, Laurita... ayyy". El cuerpo será repatriado a Bolivia en cuanto termine el papeleo. Delia, la madre, llega hoy a España. "Trato de estar sereno. Pido a Dios que me dé paciencia. Y pido que se haga justicia", exigía ayer el padre a su llegada a Madrid. Una región que en 2007 dobló el número de muertas por violencia machista (10) respecto a 2006 (cinco).

Teodoro Morales, el padre de la víctima, en el centro de la imagen. A la izquierda, Jaime Fernández, su cuñado.
Teodoro Morales, el padre de la víctima, en el centro de la imagen. A la izquierda, Jaime Fernández, su cuñado.LUIS SEVILLANO
Ayer llegó su padre a Barajas para hacerse cargo de los trámitesVídeo: ATLAS

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Sobre la firma

Álvaro Corcuera
En EL PAÍS desde 2004. Hoy, jefe de sección de Deportes. Anteriormente en Última Hora, El País Semanal, Madrid y Cataluña. Licenciado en Periodismo por la Universitat Ramon Llull y Máster de Periodismo de la Escuela UAM / EL PAÍS, donde es profesor desde 2020. Dirigió 'The Resurrection Club', corto nominado al Premio Goya en 2017.

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