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SAN SIRO Y EL 'CALCIO' | Fútbol internacional
Columna
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El monumento que falta es Totti

Entre las ruinas del milenario imperio hay un jugador que representa la continuidad de un espíritu inequívoco. El romanista en estado puro, miembro vitalicio de una guardia pretoriana grabada para siempre en el imaginario popular. Francesco Totti es el Roma y Roma entera y eterna se rinde a los pies de su héroe, celoso guardián del ímpetu conquistador de un club patricio.

Guardián también de una posición casi olvidada, resiste acorralado, como un ejemplar exótico de una especie que está en vías de extinción, defendiendo su cada vez más acotado hábitat natural en la zona creativa del calcio. Resiste porque a su condición natural le ha agregado todos los argumentos que lo hacen perenne, combina la técnica necesaria para plasmar su imaginación con la pegada concreta de un delantero, la movilidad con la pausa y la visión angular en la construcción del juego, la velocidad con sentido para lanzar el contragolpe. De espaldas al arco construye una muralla alrededor de la pelota, aguanta los asaltos hasta la llegada de refuerzos de su equipo, se apoya y busca una nueva posición. Crea y concreta a la vez. Inventa y define.

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Existe a pesar de los sistemas tácticos, de las rígidas estrategias defensivas que lo esperan para desactivarlo, de las patadas como recurso reiterado, de la apretada soledad a la que está condenado el mediapunta entre las líneas enemigas. Ha aprendido a convivir con todos los embates que el fútbol moderno lanza contra los de su género y los ha utilizado para crecer. Es producto de una adaptación perfecta al medio en el que creció y vive, como un ejemplo de evolución darwinista aplicada al fútbol. Se pasea con tranquilidad por los campos minados de una Liga árida y hostil para la imaginación. Hostil por la vehemencia, el rigor y la cantidad de operarios dedicados a tiempo completo a bloquear cualquier intento ofensivo. Árida porque con tantos soldados levantando barricadas se hace difícil encontrar socios disponibles para armar el ataque. Si imaginamos la zona creativa del calcio como la planicie antártica, Totti vendría a ser el pingüino emperador.

Es el emperador del Roma de hoy, un equipo con ánimo conversador y con intenciones constructivas donde se encuentra bien rodeado por jugadores técnicos que le arropan y le hacen más fácil el diálogo, con la condición de cargar con la responsabilidad de la última palabra. A ese deber lo convirtió en desafío, se midió con animales de otra especie, con los depredadores de gol del continente, y ganó. Se llevó la Bota de Oro al goleador europeo de la pasada temporada y el mes pasado festejó su gol número 200 con la malla del Roma.

Sólo él vistió esa camiseta más de 388 veces en la Liga. Sólo él la defendió más de 500 veces en la historia del club. Sólo un monumento le está faltando a la ciudad.

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