El increíble febrero de Nicolás Almagro

Antes de ponerse el sombrero mexicano y celebrar en la madrugada española del domingo su victoria sobre David Nalbandián (6-1 y 7-6 [1*> en la final del torneo de Acapulco, el segundo que gana en 2008, Nicolás Almagro tuvo que ir a Perú para la Copa Davis. Fue un viaje desagradable. Le llovieron gritos, insultos, piropos de hombre a hombre y algún cojín. Todo, para hurgar en las debilidades de un tenista que había ganado un partido en todo el año. En la cabeza de un jugador con fama de intempestivo. En su perfil, le gritaron, de lorito. Un mes después, ha ganado 14 de sus 15 partidos. No grita. Y la culpa la tiene Emilio Sánchez Vicario.

"Yo intenté trasladarle en Perú una preocupación: la situación con el público iba a ser muy complicada. Quería que fuera como es él, pero sin pasarse si le decían algo. Necesitaba un poco más de madurez", dice el seleccionador español. Almagro, contenido durante toda la eliminatoria, es desde entonces otro tenista: el terror de la tierra batida en la gira suramericana.

"Nico", explica Sánchez Vicario, "es uno de los cinco mejores del mundo sobre tierra. Fue a Perú, respondió y eso le dio confianza. La tierra le va a su velocidad de juego. Domina porque tiene tiempo de imponerse... ¡Tiene tantos golpes! Tiene que mejorar el físico y alguna otra cosa para rendir igual en rápida e indoor", añade el técnico, que compara su situación, sálvense las diferencias, con la de Roger Federer: "Con 18 años tiraba la raqueta y se volvía loco. Ahora no dice nada porque gana. La vulnerabilidad se da cuando no controlas tus emociones porque te desbordan, te sientes impotente o estás cansado. Y cuanto menos se llega a esas situaciones..."

Almagro, 22 años, lucha por estar entre los 20 mejores. Tras ganar en Acapulco y Costa do Sauipe (Brasil) es el español con más títulos en 2008. Y sólo habla en las entregas de trofeos. "Trabajé muy duro para llegar a donde estoy. Es increíble haber ganado dos torneos en dos semanas".