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Reportaje:Internacional

Una ventaja no tan alta

En Suramérica ganan siempre los países del nivel del mar, pese a que un estudio demuestre la ventaja de los andinos

Carlos Arribas

El oxígeno, su abundancia y su escasez, fascina y martiriza al mundo del fútbol, dividido por la línea de la lucha de clases en su relación con el asunto.

Fascina a los países ricos, es decir, europeos, que investigan sobre los efectos en el rendimiento del entrenamiento en hipoxia -en un ambiente con escasez de oxígeno, que fuerza al organismo a una serie de adaptaciones que en teoría multiplican los beneficios- y que invierten fuertes sumas en concentraciones en altitud natural -cada vez más escasas dada la saturación de los calendarios- o en instalaciones artificiales que simulan la falta de oxígeno.

A los países pobres, es decir, a los de la América andina, les martiriza porque la FIFA les ha puesto tales limitaciones que, en la práctica, ni Bolivia ni Colombia ni Ecuador podrán recibir a los equipos visitantes en los estadios de sus capitales, La Paz, Bogotá y Quito, todos ellos situados a altitudes superiores a los 2.500 metros.

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Apoyada en las conclusiones de un grupo de fisiólogos, la normativa ratificada el viernes por la federación internacional establece que para partidos disputados entre 2.500 y 2.750 metros sobre el nivel del mar (margen que afecta notablemente a Bogotá, 2.600 metros) se recomienda a los equipos visitantes un periodo de aclimatación de tres días; para estadios entre 2.750 y 3.000 metros (como Quito, 2.800 metros), un periodo obligatorio de una semana, y para aquellos a más de 3.000 metros (La Paz, 3.700 metros), dos semanas. Dada la estrechez de los calendarios de la Copa Libertadores y de la clasificación para las fases finales del Mundial de selecciones, cuyos partidos se disputan normalmente entre semanas, las obligaciones de la FIFA equivalen a una prohibición total. La medida no afecta a México, cuyo estadio Azteca, el recinto que acogió las finales de los Mundiales de 1970 y 1986, está a 2.240 metros sobre el nivel del mar, una altitud que, sin embargo, los fisiólogos ya consideran moderada.

La medida, argumenta la FIFA, se toma para proteger la salud de los deportistas. A mayor altitud, menor presión, con lo que al cuerpo le cuesta más obtener suficiente oxígeno. En altitud, la hipoxia, el frío, la deshidratación se transforman en dolores de cabeza, náuseas, jadeos, mareos y fatiga, síntomas que pueden desembocar en edema pulmonar, mal de altura grave o edema cerebral. Y una actividad deportiva como el fútbol, concluyen los fisiólogos, puede exacerbar los síntomas, evitando que los futbolistas rindan a plena capacidad.

Y quizás en este punto, en la supuesta ventaja con la que cuentan los equipos andinos sobre los visitantes, esté el meollo de la decisión. Además, la menor densidad del aire en altitud supone que el balón no se comporta igual que al nivel del mar: no coge igual los efectos, pesa menos, se mueve más rápido, es más incontrolable. Así, se apreció en el Mundial de México 86, en el que muchos equipos optaron por lanzamientos lejanos para aprovechar estas ventajas, pero muchos disparos se les fueron a los rematadores muy desviados, por la dificultad de controlar el balón.

Un estudio estadístico del británico Patrick McSharry, de la Universidad de Oxford, refrenda la queja habitual de los países que juegan al nivel del mar. Después de computar el resultado de 1.460 partidos disputados en los últimos 100 años por diez países suramericanos, McSharry concluye que la probabilidad de que gane el equipo de casa un partido entre conjuntos de la misma altitud es del 53,7%. "Pero", señala McSharry en su estudio, publicado en el Britiush Medical Journal, "se eleva al 82,5 % cuando la diferencia de altitud es de 3.695 metros, como la que se eleva entre Bolivia y Brasil". Además, añade, según aumenta la diferencia de altitud entre los equipos, los de las montañas marcan más goles y reciben menos: cada 1.000 metros se incrementa en medio gol de media la diferencia en el marcador.

Pero pese a estos datos, y pese a que la única Copa América de su historia la consiguiera Bolivia en 1963 en una competición disputada en La Paz (5-4 a Brasil en el último partido), y Colombia la suya en Bogotá en 2001, el historial del fútbol latinoamericano cuenta otra historia. Brasil, Uruguay y Argentina, sus selecciones nacionales y sus clubes, son los grandes dominadores: sus capitales futbolísticas están a menos de 100 metros sobre el nivel del mar.

"Esto es porque para contrarrestar la superioridad física de los países más altos, selecciones que basan su estilo en correr más que el rival, los países bajos han trabajado más la técnica: su estilo se basa en la posesión del balón para correr menos", señaló Thomas Reilly, investigador de Liverpool en el simposio sobre altitud de Granada. "En un estudio reciente se observó que un jugador de campo de Bolivia corría de media 10 kilómetros por partido; uno de Argentina, 1,5 kilómetros menos".

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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