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Columna
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Los pobres también cuentan

El concepto de pobreza es difícil de precisar estadísticamente. Fundamentalmente, porque el umbral de renta o de bienes materiales que lo definen cambia en el tiempo y el espacio. Pongamos un ejemplo. Si hoy en día asociamos pobreza con hambre, concluiríamos que no existe pobreza en Galicia. Porque hoy el hambre está erradicada en este país. Pero no lo está todavía en muchas regiones del planeta; y fue un problema real en Galicia en el pasado. En la práctica, lo que hacen los expertos es fijar un umbral en función del nivel de renta o de gasto medio o mediano del que disfrutan los individuos y hogares que residen en un territorio.

A medida que aumenta el promedio, gracias al crecimiento global de la economía, se eleva el listón a partir del cual una persona o un hogar deja de ser considerado pobre. Así las cosas, se entiende mejor cómo es posible que el Producto Interior Bruto y la renta per cápita de Galicia aumenten todos los años y que el porcentaje de pobres se mantenga en tasas significativas y estables, por encima del 10% según los estudios disponibles para Galicia.

Los entrevistados suelen ser reacios a la hora de hablar del dinero que manejan
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Entre estos estudios destacan, sin duda, los patrocinados por el Instituto de Estudios Económicos de Galicia Pedro Barrié de la Maza, cuando Guillermo de la Dehesa era su responsable, y que fueron elaborados por el prestigioso grupo de investigación sobre la distribución de la renta de la Universidad de Vigo, liderado por Olga Cantó, Coral del Río y Carlos Gradín. A ellos se suman trabajos de investigadores individuales como Ánxela Troitiño, del campus compostelano, y Patricio Sánchez, del campus de Ourense. El último estudio disponible, publicado en Sotelo Blanco bajo el título de A pobreza en Galicia, es coautoría de este último, e incluye algunos resultados de gran interés para la definición de políticas públicas autonómicas y locales.

En vez de trabajar con datos de renta o gasto, los autores utilizan información recopilada por el Instituto Galego de Estatística sobre la dotación de los hogares; desde la televisión hasta la moto, pasando por el vídeo, el automóvil o la calefacción. Una ventaja de estos datos frente a las encuestas que se basan en preguntar a la gente sobre sus gastos o ingresos es que los entrevistados suelen ser reacios a la hora de hablar del dinero que manejan. La ocultación parcial de cifras es algo habitual. Por otro lado, fijarse en la disponibilidad real de bienes nos aproxima en mayor medida al concepto de capacidades mínimas propuesto por el premio nobel Amartya Sen cuando se trata de discutir sobre la calidad de vida.

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En todo caso, a pesar de usar una fuente estadística muy diferente, los resultados confirman un porcentaje de hogares pobres que se sitúa no por debajo del 10% del total de todos los existentes en Galicia. Y, lo que es muy importante, con una distribución en el espacio desigual y que no responde a una pauta provincial. De forma similar a lo que nos encontramos cuando trabajamos con datos de ámbito local referidos a la demografía, la renta familiar, la ubicación de las empresas o el empleo, el estudio muestra una foto de la pobreza que ofrece su mejor aspecto en el eje conectado por la AP-9, el área urbana de Ourense, y, en menor medida, la de Lugo, y buenos resultados para zonas como la Mariña lucense o la comarca de Valdeorras.

Así pues, tampoco al hablar de pobreza, el espacio provincial sirve como delimitador de espacios de actuación o marco para las políticas públicas. De nuevo, surgen con claridad los espacios supramunicipales y la necesidad de pensar en Galicia en esos términos. Porque no se trata sólo de que sea necesario poner en práctica un plan de reequilibrio territorial en Galicia. Es que el conjunto de las políticas públicas autonómicas, entre las que figura las vinculadas a la integración social, deben planificarse referenciadas a un espacio que se sitúa entre el municipio y la provincia.

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