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Hezbolá acorrala al Gobierno libanés

Los combates en Beirut y Trípoli se han cobrado ya casi un centenar de vidas

El primer ministro libanés, Fuad Siniora, permanece encerrado en el Serrallo de Beirut, sede del Ejecutivo. Los líderes que le respaldan, el suní Saad Hariri y el druso Walid Yumblat, se refugian en sus mansiones, protegidos por decenas de soldados y tanquetas. Mientras, la oposición -Hezbolá y sus aliados- manda en la calle. Hasta el 7 de mayo, exigía constituir un foro para negociar un nuevo reparto de poder en un Gobierno de unidad nacional. Ahora, según anunció ayer el partido chií, la campaña de desobediencia civil, que paraliza la vida económica, escalará hasta que ese eventual diálogo dé frutos. El Gobierno prooccidental está acorralado.

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Las batallas entre la milicia chií de Hezbolá contra las huestes drusas y suníes se han cobrado casi un centenar de muertos en Beirut oeste, en el feudo druso de Aley, en la septentrional Trípoli, y en el oriental valle de la Bekaa. Seis días de combates, el más grave brote violento desde el fin de la guerra civil, en 1990, que ha provocado una herida entre chiíes y suníes de consecuencias imprevisibles y que tardará en cicatrizar.

Los errores políticos en Líbano tienen un coste descomunal. La decisión del Gobierno, después congelada, de investigar la red de comunicaciones de la milicia chií desencadenó una respuesta desmesurada de Hezbolá y sus aliados, Amal y otro partido prosirio. Hezbolá tildó de "declaración de guerra" la iniciativa gubernamental y su feroz reacción en la capital sorprendió al Gobierno. No esperaban que la organización fundamentalista llegara al extremo de conquistar Beirut oeste. Seguramente, no son los únicos que han calculado mal.

Aunque el jeque Hasan Nasralá, líder de Hezbolá, haya asegurado que "no habrá una contienda sectaria entre musulmanes", los suníes se sienten humillados. Se aprecia el rencor en Alí, un joven suní que habla en la Corniche de Mazra, avenida que fue escenario de violentos enfrentamientos el jueves. "Hezbolá cree que ha logrado una gran victoria, y es cierto que venció en la lucha armada. Pero ha perdido la batalla política", señala Alí. Proliferan los analistas que auguran que Nasralá también dará un paso atrás.

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"Desde el 7 de mayo todo ha cambiado", afirma el abogado Ziyad Baroud, miembro del comité que elabora la futura ley electoral. "Antes, el poder del Gobierno y de la oposición eran similares. Eso ha terminado. El Ejecutivo está ahora en una posición muy difícil para negociar. Su error capital fue rechazar el diálogo con la oposición". Y lo peor, a juicio de este letrado cristiano, "es que no hay nadie en medio de los dos bloques". El Parlamento decidió ayer volver a aplazar la votación para elegir al presidente del país, prevista para hoy.

En la tradición política libanesa, ha sido frecuente que el mandatario ejerciera labores de mediación. Ahora suena a quimera que el consenso, requerido por la legislación, pueda forjarse a medio plazo. La brecha sectaria, en un Estado en el que se profesan 18 confesiones religiosas, es más profunda que nunca.

Un habitante de la aldea drusa de Shuwayfat pasa ante el cadáver de una víctima de los enfrentamientos entre facciones libanesas.
Un habitante de la aldea drusa de Shuwayfat pasa ante el cadáver de una víctima de los enfrentamientos entre facciones libanesas.REUTERS

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