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La ofensiva terrorista

"No nos queda más remedio que tirar para adelante"

Fernando J. Pérez

En una esquina de la capilla del cementerio de San Gabriel, en Málaga, un grupo de guardias civiles, con guerrera y camisa verde y el tricornio en la mano, llora. Unos intentan mantener el tipo tras unas gafas de sol y otros buscan el abrazo de sus compañeros. Son amigos de Juan Manuel Piñuel, el guardia asesinado por ETA en la madrugada del miércoles en la casa cuartel de Legutiano (Álava). El grupo de agentes ha venido desde Llombai (Valencia), donde Piñuel sirvió desde 2001 hasta el pasado 25 de abril, cuando pidió el traslado al País Vasco.

El cadáver del agente, de 41 años, casado y con un hijo, fue incinerado ayer, tras un funeral oficiado por el obispo de Málaga, Antonio Dorado Soto. Al sepelio asistieron, además de decenas de guardias, dirigentes políticos andaluces, entre ellos el presidente de la Junta, Manuel Chaves, y el líder del PP, Javier Arenas.

Uno de los compañeros de Piñuel en Llombai intentaba sacar fuerzas de la desesperación. "No nos queda más remedio que tirar para adelante", es lo único que acertaba a decir. Otro, que coincidió tres años con el agente en Valencia, se lamentaba de "no haber tenido tiempo de ir a verle al País Vasco".

En su homilía, Dorado Soto condenó las "manos crueles" y la "ideología asesina" que acabaron con la vida de Piñuel. El féretro fue recibido en el cementerio a los sones del himno nacional y, tras el funeral, fue despedido por el himno de la Guardia Civil y una salva de honor.

Un agente abraza a la viuda del guardia Piñuel ayer en Málaga.
Un agente abraza a la viuda del guardia Piñuel ayer en Málaga.AFP
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Sobre la firma

Fernando J. Pérez
Es redactor y editor en la sección de España, con especialización en tribunales. Desde 2006 trabaja en EL PAÍS, primero en la delegación de Málaga y, desde 2013, en la redacción central. Es licenciado en Traducción y en Comunicación Audiovisual, y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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