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Tribuna:Primer Plano
Tribuna
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John McCain y el declive de EE UU

En 1981, el partido republicano de Estados Unidos renunció por completo a la creencia de que el presupuesto público debía estar equilibrado, y se extendió la idea de que había que bajar los impuestos en todo momento, siempre que se presentara la oportunidad, porque se suponía que las bajadas de impuestos aumentaban los ingresos.

Irving Kristol, director por algún tiempo de la revista The Public Interest, y una de las comadronas intelectuales de dicha idea, escribió después que no le interesaba si era verdad, sino si era útil. Años más tarde, habló de su "propia actitud, bastante arrogante, frente al déficit presupuestario y a otros problemas monetarios o fiscales. La tarea consistía en crear una nueva mayoría republicana conservadora; por tanto, era la eficacia política la que gozaba de prioridad, y no los déficit contables del Gobierno...".

McCain, que criticó las bajadas de impuestos de George W. Bush, se ha pasado a esta postura
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Ahora ha quedado patente que John McCain, que en su momento criticó las bajadas de impuestos de George W. Bush por considerarlas imprudentes y se negó a votar en su favor, se ha pasado a esta postura. Por lo visto, propone más bajadas de impuestos que prometen costarle al Tesoro de Estados Unidos cerca de 200.000 millones de euros al año, y compensarlas con recortes en gastos predeterminados por un valor de unos 2.000 millones al año y, de alguna manera, equilibrar el presupuesto.

Ya conocemos las consecuencias: es probable que la política fiscal de McCain sea la política fiscal habitual de los republicanos y, desde 1981, la política fiscal habitual de los republicanos ha incrementado el coeficiente entre la deuda federal bruta y el PIB en cerca de un 2% al año. En cambio, la típica administración demócrata posterior a la Segunda Guerra Mundial ha reducido el coeficiente deuda-PIB en más de un 1% al año. Ésta es una de las cuestiones que están en juego en las elecciones presidenciales de este año.

La política ignora que el nivel de deuda pública conlleva el desplome de la divisa, la recesión (debido al trastorno causado en la división sectorial del trabajo), una inflación elevada, y puede que incluso una hiperinflación. Los culpables suelen achacar la responsabilidad de la catástrofe económica a las siniestras manipulaciones de extranjeros como los gnomos de Zúrich o el FMI. EE UU está lejos de llegar a ese punto, pero incluso a muy corto plazo -pongamos que a lo largo de los dos próximos mandatos presidenciales- los costes de un déficit elevado y un crecimiento acelerado de la deuda serían considerables.

En un primer momento, un aumento del coeficiente deuda-PIB desplazaría la inversión, ya que recursos que de lo contrario se dedicarían a financiar la inversión productiva se destinarían a apoyar el consumo privado o público. Desde 1981, EE UU ha tenido suerte, puesto que las entradas de capital procedentes del extranjero financiaban el incremento de la deuda pública. En algún momento, esto va a dejar de ser así, y los aumentos de los déficit provocarán la estampida del capital de EE UU.

Supongamos que a lo largo de los próximos ocho años unos déficit más elevados no desencadenen ni entradas ni salidas adicionales de capital, y supongamos que un EE UU con menos inversión sea un EE UU más pobre, con un rendimiento social bruto sobre la inversión del 15% al año. Para 2016, el potencial productivo de EE UU se habría reducido en una cantidad que haría disminuir el PIB real en un 3,6%, es decir, unos 240.000 millones de euros reales, lo cual equivale aproximadamente a 1.450 euros por trabajador. En un EE UU más pobre habría menos empresas que considerarían rentable incorporar a la población activa a trabajadores secundarios de las familias y puede que desaparecieran 500.000 empleos netos.

Al pasar de un punto al otro durante los próximos ocho años, un EE UU con una deuda más alta vería cómo el crecimiento de la productividad se ralentiza quizá en un tercio de punto al año. La tasa media de paro tendría entonces que aumentar para responder a las demandas de los trabajadores de incrementos salariales reales a un nivel garantizado por el aumento de la productividad. Las correlaciones brutas entre el aumento de la productividad y la tasa media de paro que se dieron en los años setenta, ochenta y noventa y en la primera década del siglo XXI harían que la tasa natural de paro de la economía aumentara cerca de un quinto de punto, lo cual costaría 500.000 empleos más.

Y un EE UU con una deuda más elevada sería un país en el que los ahorradores y los prestamistas tendrían un miedo mayor y justificado de que el Gobierno recurriera a la inflación con el objetivo de negarse a reconocer parte de su deuda pendiente. La Reserva Federal se vería entonces obligada a luchar contra la inflación -lo que ejercería aún más presión sobre el desempleo- para que ahorradores y prestamistas se sintieran seguros respecto a su voluntad de salvaguardar la estabilidad de los precios. No se ha calculado ni siquiera por encima basándose en correlaciones el impacto que esto tendría, pero los economistas creen que es muy real. ¿Costaría una cifra insignificante de empleos? ¿Un cuarto de millón? ¿Un millón?

Si sumamos todo, llegaremos a un EE UU que en 2016 será mucho más pobre si McCain sale elegido presidente, en lugar de Barack Obama o Hillary Rodham Clinton. Otros países que cuentan con las exportaciones a EE UU se verían afectados por la ralentización del crecimiento y la caída del empleo en EE UU.

Sin embargo, con McCain, la brecha entre el gasto público y los impuestos sería mayor, los estadounidenses se sentirían más ricos y gastarían más en detrimento de la posteridad a ocho años vista. Puede que Ronald Reagan lo aprobara. Al fin y al cabo, como dijo el propio Reagan: "¿Por qué debería hacer algo por la posteridad? ¿Qué ha hecho la posteridad por mí?". ¿O fue Groucho Marx el que lo dijo? .

J. Bradford DeLong es catedrático de Economía de la Universidad de California en Berkeley y ex subsecretario del Tesoro de EE UU. Traducción de News Clips. (C) Project Syndicate, 2008

El candidato republicano John McCain pasea, seguido por el gestor de programas culturales Ralph Naess, por un bosque en la zona de Cedar River.
El candidato republicano John McCain pasea, seguido por el gestor de programas culturales Ralph Naess, por un bosque en la zona de Cedar River.AP

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