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Una vía convertida en un camino de cabras

Jesús Sérvulo González

La carretera M-501, entre la M-40 y Navas del Rey, ha pasado a convertirse en una carretera extremadamente peligrosa. Las obras de desdoblamiento que el Gobierno regional de Esperanza Aguirre se ha empeñado en realizar, pese a los informes medioambientales en contra, la han transformado en una vía casi intransitable, que recuerda a algunos tramos de la desvencijada M-30 cuando hace un año era reformada.

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La carretera de los pantanos es en estos momentos una vía sinuosa, con arenilla y barro en la calzada, sin arcenes, maquillada con unas líneas amarillas diluidas y repintadas que confunden a los conductores. Se ha convertido en un camino con curvas imposibles, salpicado con salidas de camiones y desvíos sin apenas señalización.

Ayer por la tarde, decenas de excavadoras, tractores y camiones salpicaban los laterales del tramo entre Quijorna y Navas del Rey, de unos 25 kilómetros. Aligeraban las pistas de tierra y piedras para aplanar lo que serán los nuevos carriles. A ambos lados de la maltrecha carretera hay pistas de tierra a medio asfaltar. Será el trazado por donde discurra la nueva autovía cuando esté terminada.

Desvíos provisionales

Los conductores se sienten seguros durante los primeros 22 kilómetros, entre la M-40 y el cruce a Quijorna. Este tramo con dos carriles en cada sentido y una mediana adornada con arbustos es el favorito de los usuarios. A partir de ahí comienza el infierno. Hasta seis desvíos provisionales y otras tantas salidas de camiones convierten este tramo en un camino de cabras.

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Un puñado de operarios desganados y con chalecos reflectantes indican con una señal en la mano cada uno de los desvíos. Entre Chapinería y Navas del Rey los ingenieros han improvisado una curva de 180 grados que impide a los vehículos sobrepasar los 20 kilómetros por hora. La carretera ha sido retorcida con curvas contra peraltadas y cruces ciegos.

Otra de las trampas que los conductores se encuentran en el camino está antes de llegar a Chapinería: las señales amarillas que separan los carriles se vuelven borrosas, y es una hazaña no meterse en el carril contrario. Las dificultades provocan una larga cola de coches que circulan lentamente. A pesar de ello, un conductor impaciente adelanta con línea continua. Debe tener tanta prisa, como el Ejecutivo regional para terminar las obras.

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Sobre la firma

Jesús Sérvulo González
Redactor jefe de Economía y Negocios en EL PAÍS. Estudió Económicas y trabajó cinco años como auditor. Ha cubierto la crisis financiera, contado las consecuencias del pinchazo de la burbuja inmobiliaria, el rescate a España y las reformas de las políticas públicas de la última década. Ha cursado el programa de desarrollo directivo (PDD) del IESE.

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