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Entrevista:BILL RICHARDSON | Gobernador de Nuevo México y líder latino de EE UU | La carrera hacia la Casa Blanca

"No sé si hay química entre los dos para que Hillary sea vicepresidenta"

Hace más de dos meses, el líder de la comunidad latina de EE UU, Bill Richardson (California, 1947), dio su apoyo a Barack Obama. El momento era importante, porque la senadora Hillary Clinton luchaba a muerte por la nominación. Richardson, gobernador de Nuevo México (y antes embajador ante la ONU y secretario de Energía con Bill Clinton) tuvo que aguantar un ataque de ira del ex presidente. Ahora, tras ganar la apuesta, no haría ascos a acompañar a Obama en el ticket. Por el momento se dedicará a cultivar un electorado fundamental, el de los hispanos (15% de la población).

Richardson habló con EL PAÍS desde Santa Fe horas antes de volar hacia Madrid. Mañana estará en la Casa de América y clausurará la III Convención de Líderes Hispanos de EE UU, y el lunes se entrevistará con José Luis Rodríguez Zapatero. "Voy a hablar sobre la comunidad latina en EE UU y también, como gobernador de Nuevo México, a forjar nexos con empresas españolas en energía, cine y comercio. Y voy a ver al Rey y a conocer al presidente del Gobierno y al ministro de Exteriores".

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Pregunta. Si Obama gana, ¿qué le gustaría hacer?

Respuesta. Lo principal es ayudarle con la comunidad latina, que no le conoce lo suficiente, y asesorarle en política exterior. Me voy a centrar en tres Estados de fuerte población latina, Nuevo México, Nevada y Colorado, que en el pasado han votado republicano y que creo que pueden cambiar. Y para el futuro, yo estoy muy contento como gobernador, pero si me ofrecen algo que me atraiga, no voy a decir que no.

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P. Usted tiene perfil, pongamos, de secretario de Estado...

R. Bueno, eso lo dices tú (risas).

P. O de vicepresidente...

R. Es una decisión muy importante que tiene que tomar Obama. Yo lo consideraría, pero estoy muy contento en Nuevo México y no voy a hacer campaña ni a pedir puestos.

P. La decisión es muy importante porque va a demostrar la fuerza y la voluntad del candidato. ¿Cree que Hillary Clinton sería la opción apropiada?

R. Ella tiene cualidades para serlo: experiencia, los millones de votos que sacó, su fuerza política... Pero es importante que presidente y vicepresidente tengan una química personal para trabajar juntos, y no sé, con estas primarias de tanta división, si hay esa química entre los dos para que ella sea vicepresidenta. Lo que yo digo es que es una decisión de él, no de ella; y aconsejo que la tome cuidadosamente, y que los que apoyan a la senadora no traten de presionar a Obama, que le dejen unos días con su triunfo histórico, fantástico, que le den tiempo.

P. Las primarias demuestran que el elector demócrata prefiere el cambio a la experiencia. ¿Ocurrirá así el 4 de noviembre con todos los votantes?

R. Sí. Los ciudadanos quieren un líder que una al país. Estamos muy divididos y por eso queremos el cambio. Es como en 1960, cuando se eligió a J. F. Kennedy.

P. ¿Qué preocupa a la gente?

R. La unión, superar las divisiones con un líder que nos saque de la guerra, que se preocupe del cambio climático, que cuide el sector de la salud, que cambie nuestra imagen mundial.

P. ¿EE UU está preparado para tener un presidente negro, hispano o mujer?

R. Sí. Eso se ha comprobado con el apoyo que ha tenido Obama, con el que obtuvo la senadora Clinton, con el respaldo que yo mismo obtuve [Richardson fue cuarto en New Hampshire]. EE UU quiere un líder que resuelva problemas. Ya no importan la etnia o el sexo de los candidatos. Sí que va a haber gente que tenga problemas con la diversidad, pero la mayoría está lista para elegir a una mujer o al representante de una minoría.

P. Y seguramente el mundo está listo para un cambio de dirección en EE UU...

R. Es muy importante. Tenemos que restablecer nuestras relaciones con Europa y con la OTAN. Y con España: por eso tengo mucho interés en esta visita.

Barack Obama y Bill Richardson (derecha), en un acto de campaña en marzo pasado en Portland.
Barack Obama y Bill Richardson (derecha), en un acto de campaña en marzo pasado en Portland.AP

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