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La situación en Oriente Próximo

Al Maliki promete a los iraníes que no permitirá un ataque desde Irak

El dirigente iraquí visita Teherán mientras negocia un tratado militar con EE UU

Ángeles Espinosa

Irak no permitirá que su territorio se use para atacar a Irán. Así se lo ha asegurado el primer ministro iraquí, Nuri al Maliki, a sus interlocutores iraníes durante una visita oficial, la tercera que realiza al país vecino desde su llegada al poder hace dos años. Ese esfuerzo por tranquilizar a Teherán coincide con la negociación de un tratado sobre el futuro de las tropas de EE UU en Irak, que los dirigentes iraníes condenan abiertamente. Al Maliki, por su parte, también tiene quejas: a pesar del apoyo declarado a su Gobierno, hay indicios de que Irán ayuda a milicias contrarias a él.

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"No permitiremos que Irak sirva de base para atentar contra la seguridad de Irán y del resto de nuestros vecinos", declaró Al Maliki durante la entrevista que mantuvo con el ministro iraní de Exteriores, Manuchehr Mottaki, el sábado por la noche, y cuyo contenido difundió ayer la agencia oficial de noticias Irna.

Los responsables iraníes, por su parte, reiteraron su deseo de "contribuir a la seguridad de Irak". "La responsabilidad de los vecinos es doble a este respecto", le dijo el presidente, Mahmud Ahmadineyad, según su página web. Ahmadineyad también subrayó que "Irak debe alcanzar cierto nivel de estabilidad para que sus enemigos no puedan imponerle su influencia", en aparente referencia al tratado que iraquíes y estadounidenses negocian desde principios de marzo y sobre el que la declaración de Al Maliki trataba de tranquilizar a sus interlocutores.

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Ese "acuerdo de cooperación y amistad a largo plazo" debe establecer el marco de las relaciones bilaterales, en especial de la presencia militar estadounidense a partir del 31 de diciembre de este año, cuando concluye el mandato de Naciones Unidas.

Para Irán, que siempre ha criticado el despliegue de Estados Unidos al otro lado de su frontera, ese tratado sienta las bases legales para que el Ejército de EE UU pueda utilizar Irak en un eventual ataque contra su territorio. Ese temor ha encontrado un oportuno amplificador en las recientes declaraciones del ministro israelí de Transportes y ex jefe del Estado Mayor, Saul Mofaz, sobre la necesidad de poner fin al programa nuclear iraní aunque sea por la fuerza.

Los principales partidos chiíes iraquíes también han mostrado incomodidad con los términos del acuerdo que, denuncian, afecta a la soberanía de su país. Esa oposición, que algunos observadores atribuyen a la influencia iraní, ha puesto a Al Maliki contra las cuerdas, ya que el pasado noviembre pactó con el presidente norteamericano, George W. Bush, tenerlo listo para finales de julio. Fuentes próximas a la delegación iraquí indicaron que el primer ministro iba a quejarse a sus anfitriones de que su campaña contra el tratado es una interferencia en los asuntos internos de Irak.

Las relaciones entre el Gobierno de Al Maliki y su vecino también se encuentran en un momento delicado debido a los indicios de que Irán apoya a la insurgencia, algo que Teherán niega. Durante el último año, los mandos militares estadounidenses han acusado reiteradamente a los responsables de ese país de introducir agentes y armas en Irak. Las pruebas que han mostrado a los dirigentes iraquíes llevaron al primer ministro a crear el mes pasado un grupo de investigación, los resultados de cuyo trabajo -que no se han hecho públicos- presentó el sábado al ministro iraní de los Servicios Secretos, Gholam-Hosein Mohseini Ejehi.

Pero ni Al Maliki ni su portavoz, Ali al Dabbagh, han querido comentar ese asunto en público. Tanto él como la mayoría de los líderes de la coalición de partidos chiíes y kurdos que gobierna Irak recibieron asilo político en Irán durante la dictadura de Sadam Husein y mantienen buenas relaciones personales con muchos de sus dirigentes. De ahí que sepan que una actitud de confrontación tiene pocas posibilidades de prosperar.

Con los iraníes es más efectivo utilizar la persuasión y las buenas formas, tal como se hizo evidente el mes pasado, cuando su mediación les ayudó a lograr un alto el fuego con el Ejército del Mahdi en Ciudad Sáder. Aquel fruto puso de relieve de forma tangible la influencia de los iraníes sobre esa milicia nacionalista chií ferozmente opuesta a la presencia estadounidense en el país. Los portavoces militares a menudo se refieren a sus integrantes cuando se refieren a las acciones hostiles de "grupos especiales".

Más allá de las discrepancias políticas, incluso Estados Unidos reconoce la importancia de las relaciones bilaterales entre Irán e Irak. Prueba de ello es el nivel de la delegación que ha acompañado a Al Maliki a Teherán y que incluye a los titulares de Exteriores, Energía, Petróleo y Defensa. El primer ministro iraquí esperaba lograr de los iraníes un aumento del suministro eléctrico, exportaciones de petróleo e importaciones de agua.

La cuestión del abastecimiento de electricidad puede resultar polémica en un momento en que Teherán sufre importantes cortes del suministro que las autoridades atribuyen a la sequía, y sus críticos a que está vendiendo la producción a los países vecinos. Al Maliki, a quien según Press TV iba a recibir el líder supremo, Ali Jamenei, concluirá su estancia en Irán hoy con una visita a la ciudad santa chií de Mashhad.

El presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad (izquierda), saluda al primer ministro iraquí, Nuri al Maliki, en el palacio presidencial de Teherán.
El presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad (izquierda), saluda al primer ministro iraquí, Nuri al Maliki, en el palacio presidencial de Teherán.EFE

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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