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Sarkozy no tendrá que ir a la selva

La liberación de Ingrid Betancourt y los otros 14 rehenes gracias a una operación del Ejército colombiano supone la descalificación global de los consejos, argumentos, presiones y más de una maniobra política y diplomática que las autoridades francesas y buena parte de los medios de comunicación galos han orquestado estos últimos años. Los reproches caían siempre del lado del presidente colombiano, Álvaro Uribe, pero la barbarie de la guerrilla de las FARC emergía muy raramente. El papel de héroe correspondió al presidente venezolano, Hugo Chávez, mientras que a Uribe se le señalaba como un derechista, el último aliado de Washington.

Ya durante la presidencia de Jacques Chirac, la liberación de la que fuera candidata a la presidencia colombiana ocupó la agenda del Ejecutivo. El primer ministro, Dominique de Villepin, organizó una fallida operación de rescate en la selva. Sarkozy fue más lejos. Lo inscribió en su programa y lo convirtió en una prioridad de su Gobierno. "Iré personalmente a buscarla a la selva", llegó a decir.

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"Toda operación militar está absolutamente proscrita", le dijo la diplomacia francesa a Uribe hace apenas un año, tras la llegada de Sarkozy al Elíseo. La familia de Betancourt con lazos directos con el Quai d'Orsay, los comités de apoyo, pedían a París que forzara a Uribe a aceptar las condiciones de las FARC, esencialmente la creación de una zona desmilitarizada.

Las FARC entendieron muy bien el juego. Engañaron a Chávez en el episodio de la liberación del hijo de Clara Rojas, que ni siquiera estaba en su poder, abandonado en un orfelinato, y se permitieron responder con una buena dosis de desprecio a la petición de Sarkozy para que liberaran a Betancourt.

El ataque del Ejército colombiano contra el número dos de las FARC, Raúl Reyes, en la frontera ecuatoriana fue muy mal recibido en París. Era su contacto. Poco después, el Elíseo mandó un avión medicalizado a algún lugar de la selva colombiana con la pretensión de recoger a la rehén. Pero dos días después, el aparato volvió vacío, sin que aún se sepa la razón del viaje. No es de extrañar que ayer, en Bogotá, la presencia del médico del palacio del Elíseo para examinar a Betancourt levantara ampollas, como si en Colombia sólo hubiera curanderos.

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