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La carrera hacia la Casa Blanca

Obama da un toque de firmeza a su propuesta de seguridad nacional

Las dudas sobre su valía como comandante en jefe son un talón de Aquiles

Antonio Caño

El asesinato de Benazir Bhutto, el año pasado, fue "un suceso desafortunado", pero permitió a John McCain, al abordarlo y explicarlo, "demostrar que es la persona más capacitada para ser comandante en jefe, y en ese sentido nos ayudó". Un nuevo atentado de esas características o un ataque contra Estados Unidos "ciertamente supondría también una gran ventaja para McCain".

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Con toda la crudeza de estas palabras, pronunciadas por el jefe de estrategia de la campaña presidencial republicana, Charlie Black, en una entrevista al último número de la revista Fortune, no hay mejor forma de explicar la ventaja que McCain tiene en este momento sobre su rival demócrata, Barack Obama, cuando se trata de elegir quién es el mejor para asumir el mando de la seguridad nacional. Todas las encuestas confirman esa impresión. En alguna de ellas, por márgenes de 20 puntos.

El equipo de Obama es consciente, por supuesto, de que las dudas sobre el joven senador respecto a su experiencia en política exterior y su firmeza para hacer frente a los enemigos de Estados Unidos son el gran talón de Aquiles del candidato demócrata a estas alturas de la carrera presidencial.

Por esa razón, dentro del decidido viaje al centro que Obama ha emprendido en las últimas semanas, se incluye una etapa especial y muy importante relacionada con los asuntos de seguridad nacional.

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No es algo que ningún político de este país pueda tomar a la ligera. Todos los presidentes norteamericanos desde la Segunda Guerra Mundial han participado en guerras o en relevantes operaciones militares. Obama tiene que convencer a la nación de que está preparado para asumir esas responsabilidades, convencerla de que el profundo mensaje de cambio que representan su raza, su nombre y sus promesas en otros terrenos, se convierten en continuismo, prudencia y moderación cuando se trata de la seguridad nacional.

Con ese fin, Obama ha dado pasos difíciles, como el de aceptar la ley de escuchas telefónicas que antes criticaba, y ha ordenado a sus colaboradores que comiencen a discutir con los responsables de la Administración de George Bush -también lo ha hecho el equipo de McCain, pero eso es mucho más rutinario- las condiciones para una transición controlada en los temas relativos a la política exterior y militar.

Como resultado de esas conversaciones, según ha revelado el diario The Wall Street Journal, Obama podría aceptar mantener en sus cargos durante varios meses a los funcionarios que ocupen puestos clave para la seguridad nacional, entre ellos, posiblemente, al propio secretario de Defensa, Robert Gates, un republicano moderado que está conduciendo el Pentágono al gusto de los demócratas de centro.

Esto concuerda con la voluntad reunificadora que Obama expresa. "Barack Obama pasará página de las políticas fracasadas, de las políticas divisorias e hipócritas, con el objetivo de unir a la nación en el propósito común de finalizar la lucha contra Al Qaeda", explica el portavoz de la campaña demócrata, Bill Burton.

El mundo no parece estar como para un pacifista en la Casa Blanca. Nunca lo ha estado, en realidad. En este momento Estados Unidos está librando dos guerras de dudosas perspectivas que, aunque han perdido eco dentro de esta sociedad, representan un enorme desgaste para sus fuerzas armadas y para su economía.

Una de ellas, la de Irak, es una guerra muy impopular de la que la mayoría del país quiere salir y de la que Obama ha prometido retirarse en un plazo máximo de 16 meses. Pero McCain ha introducido, a la vista de la mejora de la situación en Irak, la posibilidad de una retirada con victoria, un sueño en el que los norteamericanos pueden volver a creer. Y eso puede colocar a Obama ante un difícil dilema, el de cumplir con su promesa electoral sin perder sus credenciales como convincente comandante en jefe.

Obama ya ha empezado discretamente a salir de esa encrucijada. Es impensable, desde luego, que el candidato demócrata retire las tropas de Irak de inmediato y a cualquier precio. "Nos iremos de Irak de una forma más responsable que la que Bush nos metió", ha manifestado el senador de Illinois. Esa frase deja espacio para numerosos escenarios sobre los que la campaña de Obama va a ir decidiendo en función de los acontecimientos en Irak, que ahora parecen más cambiantes de lo que eran hace meses.

Amenazas a Al Qaeda

La propuesta de Obama en materia de seguridad nacional se ha hecho, desde luego, mucho más rica y matizada que esa primera oferta al diálogo con los enemigos que dominó la primera parte de su campaña. Aquella oferta se mantiene formalmente sobre la mesa, pero Obama le ha añadido firmes posiciones sobre Irán y una amenaza de actuar unilateralmente contra los grupos de apoyo a Al Qaeda en Pakistán si el Gobierno de ese país no actúa con la suficiente energía por su cuenta.

Irán es una de las pruebas de fuego para el próximo presidente. "Será la crisis más peligrosa que tendremos en los próximos diez años si Irán consigue desarrollar un arma nuclear", ha comentado Anthony Lake, uno de los principales asesores de Obama en política exterior, en una entrevista a Financial Times. "Los europeos deberían de poner sobre la mesa más sanciones para que las negociaciones avanzaran más deprisa", añadió Lake.

Junto a los gestos de firmeza, Obama intentará otras vías para responder a la ansiedad de los norteamericanos por su seguridad. Los primeros presidentes de posguerra, Edwight Eisenhower y John Kennedy, ejercieron la prudencia cuando les tocó tomar decisiones cruciales. Los posteriores halcones en Vietnam o Irak no fueron una garantía de seguridad. Obama cita a veces estos precedentes como referencia de su política futura.

Obama, durante un acto de campaña el miércoles en Colorado Springs.
Obama, durante un acto de campaña el miércoles en Colorado Springs.ASSOCIATED PRESS

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