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'Strip-tease' de corbatas contra el cambio climático

Los organismos públicos impulsan el ahorro en refrigeración en estos tiempos de crisis - Pero quien tiene el mando tiene el poder - El verano abre el debate entre el derroche y la austeridad

María R. Sahuquillo

La temperatura del aire acondicionado en los edificios públicos es difícil de controlar. La medida de limitar a 24 grados el termómetro de los climatizadores, aprobada hace ya un año, no se cumple en todas las instituciones. Las circulares enviadas a los trabajadores no siempre han dado su fruto, aunque muchos comienzan a moderarse. La imagen del titular de Industria, Miguel Sebastián, sin corbata en el Congreso de los Diputados empieza a hacer escuela. Sin embargo, el frío llega a este debate desde las decenas de aparatos de aire acondicionado individuales instalados en despachos y áreas de muchos edificios públicos. El mando de cada uno de ellos convierte al funcionario que lo custodia en dueño soberano de la temperatura ambiente. Algunos acatan la norma. Otros no.

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La limitación del aire acondicionado se hace imprescindible en una época de crisis, en la que el ahorro de energía es una buena manera de combatir el aumento de precio del petróleo y de la luz, que ha subido un 11% de media en 2008. También una medida eficaz para luchar contra el cambio climático. El aire acondicionado que España consume en un año es equivalente a la producción de dos centrales nucleares en el mismo periodo. Subir un grado de temperatura en estos climatizadores puede suponer una reducción de entre el 0,5% y el 0,7% al mes en el consumo energético, según Red Eléctrica.

Por eso, la medida del Gobierno de regular el aire acondicionado a 24 grados no es un tema menor. En el Ministerio de Industria por ejemplo, por cada grado centígrado que aumente la temperatura en verano se ahorrarían unos 6.000 euros al mes, según el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía.

A pesar de las cifras, la administración pública no ha terminado de desterrar la chaqueta y la corbata en verano. La mentalidad del ahorro energético no ha calado aún entre algunos funcionarios. En muchos edificios oficiales se siguen pelando de frío en verano y asando de calor en invierno. La maquinaria de la administración pública es desigual y el cumplimiento de las medidas que promueve también.

EL PAÍS ha recorrido varios edificios oficiales y ha podido constatar que en ellos las temperaturas son diversas. En muchos los trabajadores aseguran que nadie vigila que el termómetro no baje de 24 grados. Algunos, como los empleados de una de las oficinas de la Agencia Tributaria en Madrid, ya se han quejado. Definen la temperatura de su edificio como "gélida". La diferencia con el exterior está casi al límite de los 12 grados que recomiendan los expertos. Al entrar, el golpe de frío es inmediato. El run-run del aire acondicionado se escucha nada más pasar el control de seguridad. El termómetro marca 22 grados. Sin embargo, los funcionarios declaran que en realidad hace mucho más frío. "Presentamos una queja y el miércoles pasado, cuando los empleados de mantenimiento vinieron a medir la temperatura estaba a 15 grados", dice una trabajadora. Un tiempo propio del mes de marzo en Madrid y nueve grados menos de los 24 que marca la medida del Gobierno.

Un gasto considerable, si se tiene en cuenta que el 1 de julio el recibo de la luz que pagan 25 millones de usuarios subió una media del 5,6%. A pesar de esto en este edificio de la Agencia Tributaria los funcionarios hablan de los resfriados, dolores de cabeza y de garganta que les provoca continuamente el aire acondicionado demasiado alto. "Una cosa es estar fresca y otra morirse de frío", se queja Rosa, que trabaja en la Oficina del Contribuyente, en la planta baja.

Porque además del gasto de energía que supone, el aire acondicionado en exceso no es bueno. Cristina Martínez, coordinadora del área de enfermedades respiratorias relacionadas con el trabajo, asegura que la temperatura ideal a la que hay que poner estos aparatos climatizadores oscila entre los 22 y 24 grados. "Más bajo no es recomendable. Puede producir enfriamientos, molestias de garganta, alteración de cuerdas vocales, disfonías... Cosas que no son graves pero sí molestas y que en verano, por culpa de los aires acondicionados, aumentan", dice.

Pero muchos empleados no son conscientes de las divergencias de temperatura con el exterior. Los nueve grados de diferencia que había en la Agencia Tributaria se hubieran visto claramente si se siguiese el consejo de la directiva sobre eficiencia energética que el Parlamento Europeo hizo en 2002. En ella, aconsejaba mostrar en los edificios públicos las temperaturas interiores oficialmente recomendadas junto con la temperatura realmente registrada. El objetivo, "desalentar la mala utilización de los sistemas de calefacción, aire acondicionado y ventilación" y "contribuir a evitar el consumo innecesario de energía".

Lo mismo sucede en invierno. "En enero nos asamos de calor. La calefacción está centralizada y tenemos que tener las ventanas abiertas", critica una funcionaria de Trabajo. Pero controlar las temperaturas en los edificios públicos es complicado. Las diferencias se notan incluso en el interior de una misma institución. En las oficinas de la Agencia Tributaria la jerarquía laboral parece retratarse en la escala frío-calor. Los altos cargos tienen sus despachos en los pisos altos. Si la temperatura del ambiente es fría, no lo notan porque reciben los rayos del sol la mayor parte del día. Sin embargo, en la planta baja es distinto. Quien tiene chaqueta o jersey, lo lleva puesto. Algún funcionario atiende con camisa, chaqueta y corbata. De camino al servicio, las funcionarias aprovechan para quejarse del frío.

La iniciativa de restringir a 24 grados el uso del aire acondicionado fue muy aplaudida por los sindicatos. Algunos, sin embargo, reclaman políticas de sensibilización. "El gesto de Miguel Sebastián al no ponerse la corbata no debería ser noticia. Debería ser común en verano. Una temperatura de 24 grados es perfectamente adecuada para un trabajo de oficina. Debemos concienciarnos de que el aire acondicionado gasta. Y más aún en un país como España que tiene una dependencia de la energía exterior de un 80%", argumenta Dolors Hernández, encargada de Salud Laboral de UGT. "No hay que olvidar que fuimos el único país de la UE que hasta 2006 aumentó su demanda de energía", añade.

Pero el problema está en el control. Y es que aunque en algunos edificios el aire acondicionado está centralizado y puede graduarse a una temperatura de 24 grados -aunque no todos lo hacen como el ejemplo de la Agencia Tributaria- otros muchos dependen de la voluntad de los funcionarios que tienen un aparato individual en sus despachos. Como en el Ministerio de Hacienda. La temperatura registrada por EL PAÍS en los pasillos y las estancias comunes es de 25 grados. Sin embargo, un vistazo en los despachos basta para observar que los funcionarios gradúan sus aparatos a placer.

De ahí vienen los típicos conflictos entre compañeros por subir o bajar el aire acondicionado. "Yo estoy bien. En mi despacho estoy sola. Si no, estaría todo el día de trifulcas", dice una funcionaria de Hacienda. Aurora no tiene tanta suerte. Empleada del ministerio de Trabajo comparte despacho con otras cinco personas. "Hay algunos frioleros y otros calurosos. La polémica es ver cómo regulamos el aire, y eso todos los días", cuenta. "Todo mejorará cuando poner el aire acondicionado a todo gas esté mal visto o cuando quede mal ir en mangas de camisa en verano por el calor de la calefacción. El problema es que se derrocha demasiado y no somos conscientes de ello", dice Dolors Hernández.

Un debate que fomenta que en cada área se disponga de un aparato de aire acondicionado y que se repite también en el Ayuntamiento de Madrid. Allí, en la recepción, el termómetro de EL PAÍS marca casi 27 grados. El aire acondicionado no está puesto. Dentro, en los despachos, la situación es otra. Los funcionarios dicen que "se está fresquito". Temperatura ideal. Sobre todo para los que gozan de despacho propio y manejan el aparato como quieren. Cada uno pone el termostato a su gusto. Aunque la orden de no pasarse con el aire les llegó a los funcionarios del Ayuntamiento antes de que el ministro Sebastián se quitase la corbata.

Pero donde más fuerza ha cobrado esta polémica ha sido en el Congreso de los Diputados. Allí, tras el gesto de Sebastián, el presidente de la Cámara, José Bono, le regaló una corbata y el titular de Industria le contestó criticando el derroche de aire acondicionado en el edificio. Bono, como otros altos cargos, prefiere el aire frío para evitar el brillo del sudor ante las cámaras y muchos dicen que la temperatura en el Congreso no sube de los 21 grados. Pero la iniciativa de Sebastián de despojarse de la corbata y recomendar a sus trabajadores que hagan lo mismo no es nueva. El año pasado Medio Ambiente ya dio permiso a sus empleados para que vistiesen de manera informal.

No han sido las únicas instituciones, las iniciativas en ese sentido son cada vez más comunes. En el Ayuntamiento de Málaga una circular recomienda prescindir de la corbata para no pasar calor. Siguiéndola, los concejales populares acudieron ayer sin corbata a la Junta de Gobierno. La estampa contrastaba con la formalidad en el vestir que suelen promulgar sus ediles. El jefe de protocolo, Rafael Illa, asegura que ha sido sólo una recomendación, pero la han seguido al pie de la letra. "En los actos que se hagan es mejor no llevar la corbata. Málaga tiene prácticamente una temperatura tropical", apunta.

En la Delegación del Gobierno de la Junta de Andalucía en Málaga la situación es dura. "Los días calurosos son insoportables", exclama una empleada de este edificio. La construcción es antigua, con los techos altos. La temperatura en sus pasillos es de 30 grados. En el interior de las oficinas de 28. "Soportable si no es un día caluroso, pero si hace terral [aire caliente] se hace duro", coinciden varios funcionarios.

También en Cataluña se acata la medida. La temperatura ambiente de los edificios de la Generalitat en Barcelona no baja de los 25 grados. Así lo establece un acuerdo de gobierno de la Generalitat de abril de 2007, que fija varias estrategias para aumentar la eficiencia energética en edificios de la Administración autonómica. Con esto se pretende reducir el consumo de energía en un 11% hasta 2015.

La norma se cumple en oficinas de los departamentos de Agricultura, Economía y Salud. El termómetro de EL PAÍS, constató que se mantienen alrededor de los 25 grados. La Generalitat no establece una norma sobre la vestimenta que deben presentar sus empleados. El uso de corbata o chaqueta depende exclusivamente de la decisión de los trabajadores. Y también de las costumbres de cada departamento.

Organizaciones ecologistas como Greenpeace apoyan la propuesta de reducción de energía. Uno de los puntales desde los que hay que luchar contra el cambio climático. Sin embargo, también apuntan que conseguir una temperatura de 24 grados no supone el mismo gasto energético en todos los edificios. Depende de las condiciones de aislamiento en que se encuentren. Si fuera hace mucho calor y el edificio no está bien aislado del exterior, se gastará más energía para alcanzar la misma temperatura. De hecho, la mayoría de los edificios públicos carecen de un buen aislamiento, según esta organización. "También hay que tener en cuenta que en el interior de los edificios se genera mucho calor. Las personas, los ordenadores, las fotocopiadoras y las bombillas son fuentes caloríficas de envergadura. Por eso, regular el aire acondicionado no es suficiente", dice José Luis García, de Greenpeace. Todo el edificio y los equipos deben adecuarse, dicen, a unos tiempos de austeridad.

Con información de Bertran Cazorla (Barcelona), Juan Diego Quesada (Málaga) y Antía Castedo (Madrid).

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Sobre la firma

María R. Sahuquillo
Es jefa de la delegación de Bruselas. Antes, en Moscú, desde donde se ocupó de Rusia, Ucrania, Bielorrusia y el resto del espacio post-soviético. Sigue pendiente de la guerra en Ucrania, que ha cubierto desde el inicio. Ha desarrollado casi toda su carrera en EL PAÍS. Además de temas internacionales está especializada en igualdad y sanidad.

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