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DESDE MI SILLÓN | TOUR 2008 | Segunda etapa
Columna
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1.000 metros

En un kilómetro sobre una bicicleta pueden pasar muchas cosas. A veces hasta demasiadas. 1.000 metros, poco más de un minuto que, además, pasan generalmente en un suspiro, aunque no lo parezca. Sobre todo si se trata del último, el marcado con el triángulo rojo. Esa zona de máxima tensión y también de máxima inconsciencia. Te tienes que dejar llevar por el instinto, porque si piensas corres el riesgo de dudar. Y si dudas estás perdido: ciao, arrivederci, siga probando, pero ya mejor mañana.

Eso es lo que hemos visto estos dos primeros días. El programa invitaba, con esos dos repechos que hacían imposible que los equipos se organizasen y montasen un tren, que es como denominamos cuando un equipo pone a todos sus hombres en cabeza en los últimos kilómetros, y cada uno tira unos metros y se aparta como si se fuesen quemando las fases de un cohete.

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Estos finales es lo que tienen, que están llenos de alternativas y te hacen equivocarte con las predicciones. Yo mismamente, viendo ayer la etapa, me dije a mí mismo: ya está, va a ganar Chavanel. Todavía no habían llegado a la señal roja, pero ya la tenían en el horizonte, y vista la fuerza con la que había descolgado a sus compañeros de fuga en la subida, y el descontrol que reinaba en el grupo, creía que no iba a ser posible alcanzarle. Me desdije cuando vi meter el turbo a Cancellara y cambié mi apuesta por él, sobre todo porque Freire intentó saltar a su rueda, y viendo la potencia del suizo pareció desistir del intento de seguirle. Pero enseguida reaccionó Pozzato, y cuando vi que era capaz de alcanzar su rueda y tomaba aire, volví a cambiar mi elección. Había ganado aquí en 2004, y estaba en la mejor posición posible para repetir el éxito. Entonces dudaron y se pararon, y al ver a Freire bien colocado para lanzarse con inercia a tan sólo 400 metros, me dije: no, va a ganar Óscar. Pero se lanzaron a su lado y él se quedó encerrado, y en ese mismo momento se vio desde el helicóptero que un High Road -perdón, Team Columbia se llama ahora- salía como un rayo desde atrás y progresaba por la izquierda con mucha velocidad. Será Kirchen, me dije, porque podía ser Cavendish, pero se me hacía raro que fuese el británico viendo la exigencia de la subida. Pero entonces, y ya con la línea de llegada encima, se vio algo grande y verde arrancando con un desarrollo descomunal por pleno centro del sprint. Y ya no me dio tiempo a pensar: no, el que va a ganar es Hushovd, pues tenía que ser él a la fuerza, nunca mejor dicho. No me dio tiempo porque ya había ganado, aunque no levantó los brazos y por las imágenes pareció que ni él mismo se había dado cuenta hasta que no se lo confirmaron los jueces unos minutos después.

Todo esto en 1.000 metros, poco más de un minuto. Qué no pasará en los tres mil y pico kilómetros que aún quedan...

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