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Análisis:El golpe más duro a las FARC
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Del agujero negro al círculo virtuoso

Colombia va demasiado bien y los enemigos del presidente Álvaro Uribe, dentro y fuera del país, lo lamentan. No le perdonan sus éxitos en el campo económico y en la lucha contra la guerrilla más poderosa de América Latina, las FARC. Y, ahora, cuando pasaba por un momento complicado a raíz de los escándalos de la parapolítica, que han salpicado y mandado a la cárcel a varios de sus aliados más cercanos en el Congreso, Uribe se descuelga con una hollywoodiense Operación Jaque y arranca a las FARC sus rehenes más emblemáticos. Ese hombre debe de tener los astros de su lado, sospechan sus adversarios, desconsolados por la campaña a favor de una modificación constitucional que le permitiría buscar un tercer mandato presidencial en las elecciones de 2010.

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Para amargarle la fiesta, ha empezado una campaña internacional de descalificación de la Operación Jaque. "El Gobierno ha pagado 20 millones de dólares", aseguran unos, sin aportar la más mínima prueba. "Fueron asesores israelíes" los que hicieron el rescate, dicen otros. Y lo más descabellado: "Las FARC estaban liberando unilateralmente a esos rehenes", pero el Ejército se enteró y logró interceptarlos para atribuirse el mérito. Ocurrió lo mismo el pasado mes de marzo, cuando la Fuerza Aérea colombiana mató al número dos de la guerrilla, Raúl Reyes, en su campamento en territorio ecuatoriano y se apoderó de sus ordenadores, que guardaban las pruebas de la complicidad de Venezuela y de Ecuador con las FARC. La verificación forense de Interpol puso fin a los intentos de cuestionar la autenticidad de los portátiles.

Con su política de seguridad democrática, Uribe ha logrado restablecer la autoridad y la presencia del Estado en la mayor parte del territorio nacional. Las pescas milagrosas, aquellos secuestros masivos y aleatorios de autobuses en las carreteras interurbanas, sólo son una pesadilla del pasado. A finales de los noventa, las FARC rodeaban la capital y creían que iban a tomar el poder. Hoy, la guerrilla es la sombra de lo que fue hasta hace apenas seis años. La mitad de sus efectivos (18.000 en 2002) han desertado o han caído en combate bajo la presión de un Ejército totalmente reorganizado y modernizado con el apoyo de Estados Unidos. Con la muerte, en marzo, de tres de sus siete dirigentes -entre ellos su fundador, Tirofijo-, las FARC han perdido el norte y su nuevo jefe máximo, Alfonso Cano, no ha abierto la boca desde su llegada al cargo.

Colombia ha entrado en un círculo virtuoso y empieza a cosechar los dividendos de la pacificación. Con el regreso de la seguridad a las calles de las principales ciudades y gran parte de las zonas agrícolas, han vuelto también la confianza y los inversores. En unos pocos años, Bogotá y Medellín han dejado de ser esos agujeros negros del narcotráfico y se han convertido en ciudades dinámicas, donde la clase media se pasea en bicicleta los fines de semana, sale a los restaurantes o hace sus compras sin temer por su vida. La economía crece ahora más rápidamente que en los otros países del continente (7,4% en 2007). Después de alcanzar el 22% en 2000, el paro se ha reducido a la mitad y se asemeja a la tasa española, con un poco menos del 11%. La pobreza ha caído once puntos, del 56% al 45%, entre 2002 y 2006.

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Queda, sin embargo, mucho por hacer y hay que recordar que Colombia es, con Sudán, el país con más desplazados a consecuencia de un conflicto armado.

A todo esto se debe la excesiva popularidad de Uribe (más del 80% antes del rescate, un 92% ahora). Ganó con mayoría absoluta en 2002 y, en 2006, consiguió una votación aún mayor. Nadie duda de que, si se presentase de nuevo en 2010, arrasaría. Y es probable que la mayoría de sus conciudadanos esté a favor de un tercer mandato. Hasta Ingrid Betancourt ha apoyado "el derecho de los colombianos de premiar a quien les ha gobernado bien". Sin embargo, en un continente donde los hombres providenciales terminan convirtiéndose en autócratas, lo más sano para Colombia sería que Uribe tuviera la grandeza de dejar a otros la responsabilidad de seguir con el círculo virtuoso.

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