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Reportaje:TOUR 2008 | Novena etapa

"Tiene el descaro de Pantani"

Riccò ilumina los Pirineos en un ataque con las manos en la parte inferior del manillar, al más puro estilo del 'pirata', su ídolo de la infancia

Eleonora Giovio

"¿Mamá, ése es Riccardo?", pregunta Leonardo, de ocho años, sentado delante de la tele. "Sí, es tu hermano", contesta mamma Riccò al pequeño de la familia. "Me ve, pero todavía no se da cuenta de que soy yo, por muchos autógrafos que le pidan en el colegio", bromea Riccò. El de la tele es "su hermano" sí, es la cobra, el agitador, la cara nueva del ciclismo que ayer por un momento hizo levantar a todos del sillón. Porque ayer, por un momento, pareció Marco Pantani. "Se me pusieron los pelos de punta... me emocioné muchísimo", cuenta Paco Lluna, masajista de ambos, que perdió la voz de tanto gritar en el motorhome del Saunier Duval.

"Ooooohhhh", exclamaron los que en la línea de meta estaban siguiendo la etapa por la televisión. "Se ha ido de todos con la velocidad de un rayo", comentaban atónitos. Y sí, por un momento todo el mundo creyó que estaba viendo de nuevo a Marco Pantani. Riccò tiene pelo y mechas, es rubio, no lleva bandana, pero ayer, manos abajo en el manillar, recordó a la furia con la que se empleaba el pirata. Arrancó como si llevara una marcha más que todos sus rivales del pelotón de favoritos y dejó la misma estela que los aviones. Nadie en el grupo le pudo seguir. "Habíamos parado a David De la Fuente, que iba en el grupo de escapados, para que esperara a Piepoli y Riccò y tirara del grupo pero justo cuando se incorporó, atacó Riccardo", explica Matxin, director deportivo del Saunier. Quedaban 36 kilómetros y toda la ascensión del Col D'Aspin. Un mundo. Pero la cobra subía rápido, ágil, muy fuerte, alcanzó a Lang y se fue solo hacia la meta.

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"Esos últimos 20 kilómetros de bajada para mí han sido como una pequeña contrarreloj", bromeaba Riccò ya sentado en la sala de prensa delante de un zumo de naranja, escondido debajo de una gorra y mandando mensajes al móvil. Cuando le entregaron el ramo de flores en el podio, por fin salió el sol en Bagnères y mientras él celebraba la victoria llegaban desfilando los rezagados del pelotón con su compatriota Fabian Cancellara a la cabeza. "Esperaba que ganase, pero con una llegada al esprint con un grupo reducido de corredores", confesaba todavía sorprendido Matxin, corriendo de un lado a otro y buscando a su caballo ganador. En la bajada, a través del pinganillo, le rogó que tuviera cuidado y que era mejor perder un segundo por prudente que una etapa por temerario. "Él por toda respuesta se quejó, 'pero qué bajada y qué bajada, joder, aquí hay que pedalear", le espetó Riccò, quien reconoció que tras una primera parte demasiado técnica se encontró tan bien físicamente que no escatimó energías. Se dio cuenta incluso Alejandro Valverde, que se acercó a bromear con Piepoli: "Jolin, menudo ataque, que rápido va éste...".

"Llevo dos días diciéndole que ésta era su etapa, que era el momento para hacer historia porque el terreno se adecuaba a sus características; que se lo creyera porque tiene un don para el ciclismo", contaba Piepoli, fiel escudero de Riccò, que nada más llegar al motorhome del equipo fue llevado en brazos a la planta de arriba por uno de los masajistas del equipo. "Pero ya se sabe, del dicho al hecho hay mucho trecho... lo que pasa es que Riccardo no es una persona normal, tiene algo adicional y ha ganado".

La cobra, por su parte, sigue diciendo que ha ido al Tour para coger experiencia, para aprender de los mejores, para ver cómo se mueven los grandes en la mejor de las carreras. Lo dice con cara de chulo, sin levantar la cabeza, con los dedos pegados al teclado del móvil. Lo dice sin creérselo porque no hay cosa que le guste más en la vida que ganar. Y que la gente hable de él. "Hoy habéis visto todos lo que he hecho: una gran etapa", comentó. "Primero ataqué para ver cómo respondían los demás y luego, como vi que me encontraba bien, para intentar ganar mi segunda etapa", continuó. Estaba tan enfadado con la caída del día anterior -"me han tocado las pelotas y volveré a ganar", dijo- que no supo controlar la rabia. O mejor dicho, la utilizó como arma.

"No me esperaba que en una subida no demasiado dura como el Aspin hiciera tantas diferencias", decía Davide Cassani, ex ciclista italiano y voz técnica de la RAI. "Yo sí que me lo esperaba porque este chico tiene carácter", replicaba Paco Lluna, que se moría de ganas para darle un abrazo y recibirle en el hotel. "Me pareció volver a ver a Marco. Él y Riccò tienen algo en común: la valentía y el descaro, un tipo de descaro que a veces se convierte en timidez", confesaba. "Eso sí, Riccardo es más abierto, Pantani no bromeaba casi nunca delante de la gente".

Nadie quiere hablar del mañana. Todos quieren disfrutar del momento. Cuando al director deportivo le preguntan por las posibilidades de ganar el Tour dice que "hay que mantener la duda hasta el último día". Y cuando se le pregunta a Riccò por Hautacam, se sale con la suya. "Haré de Piepoli y le ayudaré a ganar". Nadie se lo cree.

Riccardo Riccò, a su llegada a la meta.
Riccardo Riccò, a su llegada a la meta.AP / REUTERS
Pantani, en las últimas rampas de Les Deux Alpes, en el Tour 98, etapa que ganó y tras la que se vistió con el jersey de líder.
Pantani, en las últimas rampas de Les Deux Alpes, en el Tour 98, etapa que ganó y tras la que se vistió con el jersey de líder.REUTERS

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Sobre la firma

Eleonora Giovio
Es redactora de sociedad especializada en abusos e igualdad. En su paso por la sección de deportes ha cubierto, entre otras cosas, dos Juegos Olímpicos. Ha desarrollado toda su carrera en EL PAÍS; ha sido colaboradora de Onda Cero y TVE. Licenciada en Ciencias Internacionales y Diplomáticas por la Universidad de Bolonia y Máster de EL PAÍS.

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