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Columna
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Nadie las separó

Jesús Ruiz Mantilla

Parece un parque ideal. Con esos columpios encerrados entre barrotes coloridos, con niños que lo atraviesan lentamente en bicicleta y pandillas que pelan la pava vacacional en sus bancos de madera. Pero esa inocencia de escenario para las tardes ociosas quedó arrancada de golpe el pasado día 23 cuando se transformó en la selva. Aquel día, Colmenarejo retumbó y arruinó su fama de pueblo tranquilo cuando una pandilla de energúmenas hambrientas de sangre atacó salvajemente a una niña ecuatoriana hasta dejarla inconsciente.

No sólo la golpeaba con saña ese saco de carne con huesos que la patea la cabeza, la tira de los pelos y la fríe a puñetazos como se ve en el vídeo. Las imágenes irreales, sucias, difusas, marcan el grito de la pesadilla. La atacaban también quienes la jaleaban: "Eso es, Belén", dice una, casi sin alterarse. "Que la mata, la mata, ja", avisa medio riéndose un baboso. "Que la mate", sentencia fríamente quien dirige la agresión detrás de la cámara.

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Ellos también pegaban. Más fuerte, si se mira bien. Y también la dio duro todo el pueblo, después. Los golpes de la ignominia miserable y la indiferencia de aquella jauría humana han quedado marcados en la cara limpia de esta muchacha. ¿Cómo es posible que nadie las separara? ¿Cómo pudo llegar aquella fiera a darle una patada de gracia en la cabeza hasta dejarla allí tirada en el suelo y salir de rositas? ¿En qué cabeza normal cabe que durante una semana fuera la asquerosa comidilla que pululaba por las pantallas de los móviles de todo Cristo como si nada?

Después llega el debate. Un debate que denota complejo y culpa preventiva. Las autoridades salen de inmediato a negar que sea un ataque racista. La alcaldesa quiere tranquilizarnos así. El consejero de Inmigración madrileño ni lo menciona, no vaya a tener que hacer algo. Eso sí, pone todos los medios a disposición de la familia, para cumplir de boquilla. Son como Pilatos. Aquí todo el mundo se lava las manos para no cortar las cosas de raíz.

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¡Pues claro que es racismo, por Dios! Racismo y todo lo demás. Racismo, xenofobia, degradación moral, perversión, basura. Alguien que almacena todo ese odio dentro no solamente es racista. No es persona. No es nada. No tiene nada. Tampoco arreglo a estas alturas. A no ser que lo pague. Y bien.

En las tertulias, las reacciones, los comentarios, coinciden dos cosas. La agenda y la ley de la calle son así de caprichosas. El shock de la agresión se mezcla con la visita de Rouco Varela a Zapatero en La Moncloa. Algunos creen que a muchos jóvenes no les vendría mal en el colegio su ración de asignaturas como Educación para la Ciudadanía. Otros contestan que eso es abordar el debate de manera superficial. Pero más infantil me parece que Rouco rece por Zapatero. Al parecer, le pide a Dios que le dé fuerzas para gobernar España. Yo le pido que se deje de monsergas, triquiñuelas, que no se meta donde no le llaman y nos deje prosperar en paz, sin astillas en el camino, permitiendo que a nuestros jóvenes se les eduque en los valores de una democracia sana y no del temor al catecismo. Para empezar.

Mientras tanto: ¿quién reza por la niña?; ¿quién reza por esa panda de salvajes que se ceban con los golpes, las patadas, la indefensión, el desprecio a la vida?; ¿todos aquellos que saltan a la calle y boicotean desde los despachos, como Esperanza Aguirre, la necesidad de inculcar valores de calidad ciudadana y tolerancia en las escuelas?

Me quedo muy tranquilo. Si ocurren estas cosas no es porque la juventud no crea en Dios ni en el celibato, que es algo que ya se la trae floja. Sino porque pocos se han esforzado en permitir que desde las escuelas les enseñen a creer en todas aquellas cosas que fomentan la convivencia. Los jóvenes se pelean. Siempre ha sido así. Cierto. Pero no tenemos por qué seguir soportando que lo hagan con ese regodeo en la violencia, como si se comieran un pastel, como si filmaran un cumpleaños y mira qué juerga.

De la falta de educación, de valores, de códigos, se pasa directamente al castigo. Es el consuelo que le va a quedar a la sociedad para que estos desechos humanos aprendan algo de provecho. Toda la fuerza de la ley deberá caer sobre sus espaldas. Pero si alguien les hubiera enseñado antes como debe ser, con buen tino y argumentos, lo que es el respeto, la riqueza de la diferencia, la tolerancia, el lujo de la libertad que disfrutan, ¿hubiesen llegado a perder estas pobres bestias toda la dignidad que se le debe suponer a una persona?

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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