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Reportaje:

La resurrección del más grande

Tras tocar fondo, Rossi ha vuelto a sus raíces para recuperarse personal y deportivamente

Oriol Puigdemont

En un año, el escenario que rodea a Valentino Rossi ha cambiado por completo. La temporada pasada por estas fechas, el italiano había tocado fondo tanto a nivel deportivo como personal. Dentro de la pista su Yamaha era un desastre, y fuera le esperaba el fisco de su país, que le descubrió un pufo de evasión de impuestos y le amenazó con una multa de más de 100 millones de euros. Rossi, el icono mundial del motociclismo y la imagen más clara de un hombre de éxito, se derrumbó de mala manera. Los palos le llovieron de todos lados y el calvario fue especialmente crudo al llegar a Misano, un circuito olvidado durante 15 años y que se recuperó, entre otras cosas, porque está a 10 kilómetros de Tavullia, el pueblo donde el motociclista nació y creció. Para él, aquella carrera sólo duró tres vueltas, el tiempo que pasó hasta que su moto le dejó tirado.

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La temporada acabó como se preveía, con Stoner levantando su primer título y Rossi hablando pestes de Yamaha. A partir de entonces, el italiano se rodeó de su círculo más íntimo e inició algo así como la reconquista de la sonrisa, una especie de resurrección, que seguramente culminará este año con su sexto título de MotoGP. Tras despedir a su representante, Gibo Badioli, que está en paradero desconocido, y desarmar Great White London (GWL), la empresa nodriza de todo el universo Rossi que creó el agente, el corredor se puso en manos de Yamaha y pasó por caja -pagó una multa de 20 millones de euros a Hacienda-. Un año después de navegar entre tinieblas, la imagen del piloto más universal que nunca ha existido vuelve a lucir como de costumbre.

"Cuando pienso en lo que viví hace un año, aún siento escalofríos", resume el propio Rossi. "Ha demostrado ser muy valiente. Se enfrentó a una situación muy grave y la afrontó con mucha calma, rodeado de sus amigos", afirma Alessio Uccio Salucci, su amigo del alma. "Ha salido fortalecido y ahora está mucho más sereno", prosigue. "Ahora reímos cuando toca, pero también trabajamos mucho. Hace un año, Valentino estaba más perdido, no era el de siempre", tercia Max Montanari desde la carpa de Yamaha. "Todo por lo que ha pasado ha sido positivo", infiere Flavio Fratesi, uno de los dirigentes de su club de fans. "Ahora vuelve a ser el chaval feliz de siempre. Ha vuelto a sus orígenes", remarca el seguidor. "Antes de que GWL se disolviera, nosotros nunca habíamos interferido en sus asuntos personales a nivel de comunicación", afirma William Favero, director de marketing de Yamaha MotoGP. "Cuando todo estalló, Vale nos pidió ayuda y nosotros se la ofrecimos. Ahora, recibimos todas las propuestas y las discutimos con él. Para mí, trabajar con una figura de la dimensión de Valentino es lo máximo", destaca este italiano proveniente de la fórmula 1.

Pero las cosas no irían tan bien si la moto no funcionara, como explica el director del equipo de Rossi. "Si él no estaba feliz el año pasado era porque en la pista no podía luchar con los demás", asegura Davide Brivio. En esto, el cambio de neumáticos (de Michelin a Bridgestone) ha sido clave. "Y la pasta", señala Montanari; "ahora la cocinamos con otra salsa. Esa es la clave de todo".

Rossi, en los entrenamientos libres de ayer.
Rossi, en los entrenamientos libres de ayer.AFP

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