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ARTE

El parque vertical

Lo que entendemos por parque nace en el momento en el que alguien traza un camino sinusoidal atravesando un fragmento virgen de naturaleza y descubre lo atractivo que es conseguir que nunca coincidan las direcciones del ojo y los pies, que los caminos rodeen el objeto de la visión y construyan una escenografía de la mirada y un ballet con la motricidad del cuerpo. Éste es el principio elemental, bidimensional, de un interés por la "experiencia" que se inaugura entonces como tema de orden estético, como una nueva forma de belleza que cien años después la modernidad reelaboró introduciendo esos caminos en los edificios -Le Corbusier los llamó acertadamente promenades architecturales y con ellos atravesaba sus proyectos que se convertían así en naturalezas muertas cinemáticas, encontrando un duplicado del jardín pintoresco en el interior de sus arquitecturas (las ventanas-paisaje unían y separaban ambos, al exterior los jardines enmarcados, al interior las naturalezas muertas cubistas, haz y envés de una concepción que ampliaba a tres dimensiones el ballet y la escenografía sinusoidal)-.

Hoy, las formas sinuosas más complejas han entrado a formar parte de la arquitectura y el paisajismo incorporando nuevas referencias plásticas, nuevas técnicas y materiales, nuevos paradigmas científicos y nuevas "dimensiones", pasando éstas a cuatro con la incorporación del tiempo como instrumento de proyectación. Aún está por escribir la historia de esta línea elemental pero también está aún por imaginar lo que semejante expansión de sus posibilidades espacio-temporales puede dar de sí en el futuro próximo. Algo conoceremos si miramos al lugar en el que surgen las ideas, esas incubadoras que son las Escuelas de Arquitectura. La línea sinusoidal inaugurada por los primeros autores pintorescos recibe en ellas, de forma inconsciente, una atención y una evolución vertiginosas. Vayamos donde vayamos, sea cual sea el país o el profesor, la escuela o la tendencia dominante, los futuros arquitectos ensayan y repiten casi al unísono un mismo gesto aún frustrado, casi nunca exitoso, pero con esa obstinación que sólo da el estar abducido por una idea que "hay" que hacer, y que va consolidándose así como necesaria. Y lo que se modela con esta reiteración es algo que difícilmente puede catalogarse en los compartimentos de la "arquitectura" o del "paisaje", porque busca obstinadamente fundir ambos, enroscarse formando hélices o nidos o tornados, construir una entidad híbrida, de nuevo cuño, vertical, que sólo la inercia nos permite llamarla momentáneamente aún construcción vertical o "rascacielos". Esta "entidad" vertical es una amalgama, un material a la vez natural y artificial, que busca tecnificar su hilazón sinusoidal para construir una experiencia análoga a la que nuestros maestros modernos llamaban parque, espacio público, ágora. Al enroscarse genera una naturaleza diferente, cuya manipulación permite construir programas híbridos de ocio y productivos, a la vez ecosistemas, parques naturales, parques temáticos, laberintos, granjas agrícolas y ganaderas, parques energéticos; "entidades" autosuficientes y abiertas, que utilizan el viento, el agua, la luz o la tierra como material de construcción activo, capaz de generar recursos públicos y económicos.

Esta amalgama vertical es en definitiva un nuevo parque ajustado a una nueva percepción y a una nueva noción de ocio, una entidad que permitirá establecer nuevos diálogos entre los humanos y los no humanos, levantar un nuevo "parlamento de las cosas", para utilizar la expresión de Bruno Latour. No es difícil vaticinar que veremos esta idea construida en pocos años, como resultado actualizado de un artificio proyectual con más de 200 años. El último parque será vertical, se construirá en todas las grandes metrópolis y dará nueva vida al paisajismo como disciplina del espacio público y el medioambiente.

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