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La lucha contra el terrorismo

EE UU utiliza el atentado para justificar sus ataques en Pakistán

Obama y McCain piden a Islamabad apoyo para combatir a Al Qaeda

El presidente George W. Bush asegura que el atentado contra el hotel Marriott de Islamabad es "un recordatorio de la constante amenaza a la que se enfrentan Pakistán, Estados Unidos y todos los que se oponen al extremismo violento", según se recoge en un comunicado. La Administración republicana aprovechó la circunstancia para defender la decisión presidencial, adoptada en julio, de autorizar a las tropas estadounidenses a cruzar la frontera de Pakistán sin permiso previo de las autoridades locales.

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Los dos candidatos a la presidencia de EE UU prometieron ayer más colaboración con Pakistán para ayudar a su Gobierno a dominar el montañoso norte del país, refugio de militantes de Al Qaeda y talibanes, que son los responsables de los ataques contra las tropas aliadas en Afganistán.

El demócrata Barack Obama recordó que, siete años después de los atentados del 11-S, "el terrorismo sigue amenazando a civiles inocentes de todas las regiones y creencias", y prometió centrarse en derrotar a Al Qaeda si llega a la presidencia. Su contrincante, John McCain, dijo en un comunicado que el atentado del sábado "debe servir para unir a Pakistán y EE UU en su voluntad de enfrentarse a esos grupos terroristas que buscan la destrucción de ambos países".

En el vídeo que Al Qaeda difundió el pasado 11 de septiembre para celebrar el aniversario del ataque más sangriento cometido en suelo estadounidense, su número dos, Ayman al Zawahiri, prometió futuros ataques contra intereses norteamericanos dentro de Pakistán, según recordó durante el fin de semana el centro de análisis de Washington Intelcenter.

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Rheman Malik, ministro del Interior de Pakistán, atribuyó ayer la autoría del atentado contra el Marriott a Tehrik Taleban Pakistán, un grupo radicado en los feudos tribales del indómito norte del país. Al menos 53 personas murieron, seis de ellos extranjeros (dos eran estadounidenses).

Cuando el presidente Bush autorizó en julio, de forma secreta, que las fuerzas de EE UU entraran a destruir refugios terroristas en Pakistán sin el permiso de las autoridades locales, su equipo de Gobierno tenía las miras puestas en esta zona, un enclave desde el que se han planificado los mayores atentados contra las tropas aliadas que ocupan Afganistán desde 2001, y que ya se han cobrado las vidas de más de 500 soldados estadounidenses. Con el atentado del sábado, estos grupos han pasado a atacar objetivos extranjeros dentro de su propio país, comenzando por un hotel que se consideraba el último fuerte occidental de Islamabad.

El asesor de seguridad nacional de la Casa Blanca, Stephen Hadley, utilizó el atentado como una razón más para seguir adelante con las incursiones en terreno nacional paquistaní. "Las zonas fronterizas, particularmente aquellas controladas por las tribus, han supuesto un desafío para que las autoridades ejerzan un control sobre esta área desde hace 100 años", dijo Hadley el sábado en una conferencia de prensa.

Reconociendo que estas batidas suponen una violación de la soberanía nacional paquistaní, Hadley dijo que atentados como el perpetrado el sábado llevarán al nuevo Gobierno del país a "reconocer que no son una amenaza para Pakistán, ni un favor que se le esté haciendo a Afganistán o a EE UU, es algo esencial para la supervivencia de Pakistán".

La primera operación especial en suelo paquistaní tuvo lugar el 3 de septiembre en la aldea de Angor Adda, en Warizistán del Sur, un ataque en el que murieron, al menos, 20 personas. El lunes, un grupo de vehículos militares estadounidenses se detuvo frente a la frontera paquistaní, a 150 metros, de nuevo, de Angor Adda. Los soldados paquistaníes abrieron fuego y obligaron a las tropas de EE UU y a los helicópteros que las acompañaban a regresar a sus destacamentos. Recientemente, el jefe militar del país, el general Ashfaq Parvez Kayani, advirtió a las tropas norteamericanas de que "a ninguna fuerza extranjera se le permitirá operar dentro de Pakistán".

La pasada semana, el jefe del Estado Mayor de EE UU, el almirante Michael Mullen, visitó Islamabad. Allí, aseguró a su homólogo, el general Kayani, que Estados Unidos haría lo posible por respetar la soberanía nacional paquistaní. Sin embargo, momentos después de su reunión, diversos misiles lanzados desde aviones no tripulados mataron a cinco personas en un supuesto refugio terrorista de Warizistán del Sur. El 12 de septiembre, un ataque similar acabó con las vidas de otras 13 personas.

El recientemente elegido presidente del país, el viudo de Benazir Bhutto, Asif Alí Zardari, se ha comprometido a mantener viva la alianza terrorista de su país con EE UU, un pacto sellado por su antecesor, el general Pervez Musharraf, en 2001. Las últimas incursiones militares han provocado manifestaciones antiamericanas en un país de mayoría musulmana.

Horas antes de la explosión en el hotel Marriott, Zardari, a quien en Washington se considera afín a los intereses estadounidenses, había dado su primer discurso en el Parlamento nacional. Se había comprometido a perseguir a los terroristas y extremistas que se refugian en el norte del país mientras había garantizado a la ciudadanía que no toleraría "la violación de la soberanía y la integridad territorial del país por parte de ninguna superpotencia que blanda la excusa de combatir el terrorismo".

El próximo martes, el presidente paquistaní acudirá a Nueva York, a la asamblea general de la ONU. La Casa Blanca ha confirmado que Bush, en su última visita oficial a este organismo, se reunirá con Zardari para informarle personalmente de los ataques en el último mes.

Un grupo de investigadores revisa los coches destruidos por el atentado en el aparcamiento del hotel Marriott en Islamabad.
Un grupo de investigadores revisa los coches destruidos por el atentado en el aparcamiento del hotel Marriott en Islamabad.AFP
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