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Hay Festival de Segovia
Columna
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El insomnio de Clara

Juan Cruz

Hace tres años, cuando se iba a poner en marcha la primera experiencia del Hay en Segovia le pregunté a Clara Luquero, concejal de Cultura, si la perspectiva de un festival en el que los escritores iban a hablar en distintos idiomas y además el público tendría que pagar por escucharles no le quitaba el sueño. Ella estaba hecha un manojo de nervios, y por la ciudad circulaba la certeza de que una idea como la que hace más de veinte años echó a andar en Gales aquí no prosperaría. Clara Luquero decía entonces que no compartía esa certeza y que por eso dormía a pierna suelta, a pesar de que, además, los días en que iba a tener lugar el primer Hay en Segovia amenazaban tormenta. Dormía, ella dormía. Y ocurrió el primer Hay, ante una tímida pero ya firme asistencia de público, que no sólo pagó sino que hizo cola para que los escritores le contaran sus historias. Estos días, cuando ha vuelto el Hay por tercera vez a Segovia, como el otoño, la asistencia es masiva y la incardinación del evento en la ciudad ya lo hace casi tan habitual como el acueducto. Exageraciones aparte, lo cierto es que no sólo ha prosperado en Segovia, sino que el Hay, ese Hay, constituye ya en España un lugar de encuentro que favorece el intercambio global de la palabra en un país en el que los escritores sólo se juntan para ponerse verdes. Aquí, la verdad, se habla de todo, se encuentra gente de todas partes y se subrayan ideas o controversias que exaltan la palabra escrita como el fenómeno que le va quedando a la vida de afirmación conceptual, metafórica, de los sueños. Por cierto, ayer se me acercó Clara Luquero y me dijo que hace tres años me mintió. "Me moría de miedo, y tenía unos insomnios tremendos. Ya estoy más tranquila, ya esto anda". A ella se le veía en la cara, la verdad sea dicha.

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