_
_
_
_
_
La crisis paquistaní

La ONU equipara Islamabad con Kabul y Mogadiscio

La inseguridad aumenta el clima de aislamiento en el país

Ángeles Espinosa

La caída de la Bolsa de Karachi tras el atentado del hotel Marriott era previsible. Sin embargo, que la ONU haya puesto a Islamabad en el mismo nivel de peligrosidad que Kabul o Mogadiscio ha tocado en lo más profundo la sensibilidad de los paquistaníes. La decisión, que se traduce en que los funcionarios no pueden tener consigo a sus familias (algo que también ha decidido el Gobierno británico para sus diplomáticos), apenas afecta a un puñado de ellos, pero ha catalizado el creciente clima de aislamiento entre los paquistaníes. Quienes pueden permitírselo se plantean un plan B por si la situación empeora.

La prensa empieza a preguntarse si Pakistán es ya un "Estado paria"
Más información
La parálisis del Gobierno empuja a Pakistán hacia la descomposición
Un suicida mata al menos a 12 personas en un atentado contra un diputado paquistaní

"Afortunadamente, los chicos están fuera", confía una residente en Lahore, cuyos dos hijos estudian en el extranjero. Las élites paquistaníes siempre han tenido un pie fuera del país y dos pasaportes. Pero tras el atentado del Marriott, aquellos que aún dudaban han encontrado el argumento final para comprar un apartamento en Dubai o en Malaisia, y garantizarse así un permiso de residencia que, si la situación se deteriora, les evite mendigar los cada día más difíciles visados para EE UU o la UE. No hay cifras oficiales y de momento tampoco se trata de una huida en masa, sino más bien de preparar el terreno por si acaso. Una prueba más de la desconfianza que genera el país.

"Eso es cosa de los nuevos ricos; las élites tradicionales nunca se irán", asegura indignado Nusrat Javeed, periodista de la cadena privada Aaj. Javeed pone de ejemplo a Afsandyar Wali, el líder del Partido Nacional Awami, cuyo domicilio en Charsadda fue objeto de un ataque suicida el pasado jueves, y van tres en menos de un año. "No se irá porque es un pastún orgulloso de serlo y va a plantar cara", señala Javeed.

Tal vez, pero no todos los paquistaníes son tan valientes o tan entregados. En realidad, la mayoría ni siquiera puede plantearse el dilema. Una cuarta parte de sus 172 millones de habitantes está por debajo de la línea de pobreza; es decir, vive con menos de un euro al día. Pero incluso la mayoría de quienes supera ese dato meramente estadístico sobrevive con dificultad con unos sueldos que pocas veces alcanzan los 100 euros al mes y una inflación del 25%.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

De ahí que Javeed se indigne con los nuevos ricos que se han beneficiado del dinero fácil que ha llegado desde que Pervez Musharraf se alió con EE UU tras el 11-S. "No saben qué hacer con el dinero, ni cómo invertirlo, así que es mejor que se vayan del país porque tampoco están trabajando en su beneficio", afirma despectivo. El problema es que también se están yendo los capitales extranjeros.

"Los inversores y los ejecutivos están abandonando el país tan rápido como les es posible, los diplomáticos extranjeros y el personal de la ONU están reduciendo su presencia, ciertos países occidentales han suspendido sus servicios de visados, alguna compañía aérea extranjera ha cancelado sus vuelos, y los equipos deportivos se niegan a venir a jugar con nuestros clubes. ¿No nos hemos convertido ya en un Estado paria?", se pregunta un editorialista del diario Dawn.

Aún no, pero están haciendo méritos. El secuestro de dos ingenieros chinos, un diplomático afgano y un ciudadano polaco en las últimas semanas ha hecho sonar las alarmas entre la comunidad internacional. "Eso es algo nuevo en Pakistán", comenta un periodista. Más grave aún, el coche del polaco, cuyos tres acompañantes paquistaníes fueron asesinados, fue interceptado en Attock, apenas a medio centenar de kilómetros de Islamabad.

"Nuestro espacio se ha ido reduciendo poco a poco", resume un profesional británico que está a punto de dejar Pakistán después de cuatro años. "Éste ya no es un lugar para familias", señala este hombre casado y con una hija. "Antes viajábamos mucho y disfrutábamos del país, pero los dos últimos años casi no hemos salido de Islamabad y ahora nos limitamos a ir a casas de amigos".

Protesta de inversores ante la Bolsa de Islamabad el pasado julio.
Protesta de inversores ante la Bolsa de Islamabad el pasado julio.AFP

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_