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El centenario de un artista de genio

Entre detonante cultural y mecenas

Los testimonios y recuerdos sobre la figura de Jorge Oteiza, su magna obra y su peculiar personalidad, proliferan en la Sala Kubo de San Sebastián, que por unos días se ha convertido en un "laboratorio experimental" rememorando el espíritu del artista. Mañana y tarde se suceden allí los talleres donde niños y adultos se lanzan al juego creativo y experimental en el que tanto se implicó el escultor tras dar por concluida su carrera en 1958.

La Sala Kubo, que se estrenó en 2000 con una exposición sobre ese Oteiza posterior al 58 -con el lujo de ser supervisada por el mismo artista-, recopila ahora al detalle aquella experiencia hoy convertida en historia. Su directora, Victoria Arcaya, recuerda con precisión de orfebre cómo tratándose de un autor que trascendía mucho más de lo que es un planteamiento artístico, buscaron "un enfoque que pudiera completar esa visión multidisciplinar, de intención pedagógica y de deseo de compartir que le caracterizó".

El reto era incorporar a ese Oteiza después del arte. Y de este modo consiguieron que el escultor, reticente durante muchos años a hacer exposiciones de esa parte de su obra, se implicase en esta muestra, en la que colaboró en la colocación de los laboratorios de tizas. "Aún recuerdo el beso que le dió a la Unidad triple liviana en mitad de la sala", recuerda ahora Arcaya.

También han proliferado estos días las definiciones sobre el escultor, su herencia y su significación. "Detonante cultural", fue la que dieron ayer el escultor Ricardo Ugarte y la escritora Julia Otxoa. O "mecenas anónimo", como lo recuerda Zuriñe Adrada, la directora de la asociación Ikertze, con quien colaboró estrechamente Oteiza desde el año 1979.

"Nosotros cogimos su testigo de educación estética del niño y colaboramos mucho con él", explica Adrada. "En momentos difíciles nos daba un talón. Nunca he conocido una persona con tal capacidad de desprendimiento", añade. Ikertze realiza hoy su labor a partir de una máxima de Oteiza: "Enseñar a improvisar es aprender a encontrar". Empezaron hace treinta años y Oteiza les decía: "Inventad juegos muy sencillos, con reglas muy sencillas, que sirvan para que en el hacer te encuentres con un resultado que, a la vez, es una palanca de abrirte puertas".

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