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Cosa de dos
Columna
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Saviano

Enric González

Hace sólo tres años, Roberto Saviano era un joven periodista napolitano, mal pagado y sin empleo fijo que seguía con avidez la vida secreta de Nápoles: el contrabando, la corrupción, las venganzas, los asesinatos. Las cosas de la Camorra, en definitiva. La Camorra es una mafia caótica, en permanente guerra civil. Genera una tremenda violencia, pero, por razones derivadas del carácter local, locuaz y exagerado, carece del tono seco y solemne que distingue a los sicilianos. La Camorra ofrece grandes posibilidades literarias.

La vida de Saviano, que aún no ha cumplido los 30, cambió en 2006, cuando publicó Gomorra. Su libro sobre la Camorra fue acogido con cierto interés por sus protagonistas. El propio Saviano comentaba que se prestaban el libro unos a otros para reconocerse en los personajes. Pero Gomorra obtuvo un éxito rápido y apabullante. Se convirtió en un fenómeno. Y su autor empezó a incomodar. Los clanes pensaron que convenía liquidar a ese muchacho. Desde octubre de ese año, 2006, Saviano tuvo que habituarse a vivir en la clandestinidad, rodeado por una escolta policial.

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Lo peor, según él mismo, es la soledad. Que nadie quiera alquilarte una vivienda. Que los comerciantes te rueguen que compres en otra parte. Que los amigos no te devuelvan las llamadas. Lo peor es estar solo, sin otra compañía que los cuatro policías. Por eso se ha visto obligado a dejar su ciudad. Aquí, eso no ocurre. En el País Vasco, cualquier amenazado que insiste en quedarse en su ciudad suele cruzarse por la calle con otros en la misma situación. Puede comparar si el colega tiene más o menos guardaespaldas. Puede compartir sus vivencias. No padece la soledad de Saviano. Tampoco le escribe ningún premio Nobel para solidarizarse, pero es normal: no está solo y su vida es mucho más llevadera que la del amenazado en Nápoles.

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