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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

ETA sin dirección

La nueva cúpula de la banda cae en sólo tres semanas, lo que acrecienta su vulnerabilidad

Apenas tres semanas después de la caída en Francia de Mikel Garikoitz Aspiazu, Txeroki, jefe de los comandos de ETA, una nueva operación conjunta de las fuerzas de seguridad francesas y la Guardia Civil ha permitido detener en la localidad de Gerde a Aitzol Iriondo, considerado su sustituto al frente de la banda terrorista. Con él han sido apresados, además, Eneko Zarrabeitia y Aitor Arteche, quienes habían acudido a una cita convocada por Iriondo para recibir instrucciones sobre futuros atentados. Zarrabeitia está acusado, entre otros delitos, de proporcionar el coche bomba con el que se perpetró el atentado contra el cuartel de Legutiano, causando la muerte de un agente.

La rapidez con que las fuerzas de seguridad han vuelto a desmantelar la cúpula dirigente de los terroristas da la medida de la importancia de estas detenciones, que no se mide sólo por la posición que Iriondo ocupaba en la jerarquía de la organización ni por el hecho de que, según sospechan las fuerzas de seguridad, pudiera ser el autor material del asesinato de dos guardias civiles desarmados en Capbreton. Tras cada golpe policial, los terroristas están encontrando crecientes dificultades para recomponer sus estructuras, hasta el punto de que los nuevos dirigentes no tardan más tiempo en caer que los miembros de los comandos o los pistoleros recién reclutados. Txeroki fue detenido el 17 de noviembre; su sucesor, el 8 de diciembre, apenas cinco días después del último asesinato.

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El momento de extrema vulnerabilidad que atraviesa la banda no impide, con todo, que pueda seguir actuando. Pero el reciente atentado que costó la vida al empresario Ignacio Uría, en Azpeitia, indica que los terroristas son ya incapaces de plantearse otro objetivo que no sea demostrar que siguen existiendo. ETA asesinó a Uría sólo porque era una víctima fácil, alguien que ni se sabía amenazado ni había adoptado medidas para protegerse; luego, la banda tuvo que esforzarse en buscar razones inverosímiles para justificar su crimen. Y es que en el punto en el que hoy se encuentran, los terroristas se han visto forzados a convertir los medios en fines, de manera que sólo matan para demostrar que pueden hacerlo.

Los éxitos en la lucha antiterrorista de las últimas semanas son resultado de la estrategia clásica en la que se combina la eficacia de las fuerzas de seguridad, el rigor de la justicia y la cooperación internacional, un capítulo en el que es preciso destacar el firme compromiso de Francia. Esa estrategia está haciendo que todos los esfuerzos, tanto del Estado como de los partidos, se estén orientando sin reservas en la misma dirección, que no es otra que poner fin a esta lacra. Aunque estas detenciones no sólo sean una buena noticia sino también una confirmación de que la lucha antiterrorista que dirige el ministro Rubalcaba está dando cada vez mejores resultados, no hay que olvidar que ETA intentará seguir matando. Pero tampoco que, tarde o temprano, llegará su final definitivo.

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