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Análisis:
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Sísifo y la condena de Garzón

El juez encarcela una y otra vez a quienes reorganizan tapaderas legales de ETA

Es la tarea de nunca acabar. Sísifo, fundador y rey de Éfira -la actual Corinto-, según la mitología griega, era extraordinariamente astuto. No le fue mal hasta que presenció como Zeus, el dios supremo del Olimpo, convertido en águila, se llevaba entre sus garras a la ninfa Egina y decidió sacarle provecho. Cuando el padre de ésta, Asopo, le preguntó si la había visto, Sísifo, a cambio de una fuente que abasteciera de agua a la ciudad, delató a Zeus.

El dios, encolerizado, envió a Tánatos -la muerte- para que condujera al delator a los infiernos. Pero cuando Tánatos llegó a Corinto, Sísifo le engañó y con mucha amabilidad le hizo pasar a un calabozo, donde le dejó encerrado. Durante un tiempo no murió nadie, hasta que Hades, señor del inframundo, decidió enviar a Ares, dios de la guerra, a liberar a Tánatos y matar a Sísifo.

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Pero antes de morir, Sísifo encargó a su esposa, Merope, que no le enterrase y, ya en el infierno, se quejó amargamente de que su mujer no le había honrado, por lo que pidió volver a la tierra para castigarla, con el compromiso de regresar cuando lo hubiera hecho. Pero en cuanto se vio de nuevo en la tierra ya no quiso volver. Zeus, harto de sus argucias, lo dejó ciego y le castigó a empujar eternamente una gran roca por una empinada ladera hasta la cima de una montaña, de forma que cada vez que estaba a punto de lograrlo, la piedra rodaba de nuevo hasta la base y Sísifo tenía que empezar de nuevo.

La semana pasada, como Sísifo con su roca, Garzón descabezó por enésima vez a Batasuna. El juez de la Audiencia Nacional parece condenado a detener y encarcelar una y otra vez a los miembros de la izquierda abertzale que pretenden reorganizar el aparato paralegal de ETA, llámese KAS, Ekin, Batasuna, Udalbiltza Kursaal, Aukera Guztiak, ANV, Partido Comunista de las Tierras Vascas, Democracia 3 Millones (D3M) o Askatasuna.

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Esta vez han sido ocho supuestos dirigentes comprometidos con las plataformas con las que la izquierda radical vasca quiere presentarse a las elecciones del 1 de marzo y que, según el juez, son distintas marcas de Batasuna y cumplen las órdenes y la estrategia terrorista de ETA.

Sísifo sería muy astuto, pero también un tonto temerario que se pasó de listo al burlarse de los dioses, lo que le supuso un castigo eterno. La misma temeridad con la que han actuado los responsables de D3M y Askatasuna al no querer ver que el magistrado, que en su vida nunca se ha arrugado frente a un desafío, impediría de nuevo su maniobra. Y eso sin considerar siquiera que, con toda probabilidad, el Supremo anulará las candidaturas que han presentado.

Garzón tampoco ha brillado por su astucia, sino por su contundencia. El juez ha ejercido la previsible cólera de los dioses ante la desobediencia a sus autos con la sutileza de un rinoceronte embistiendo. Se personó en Euskadi de madrugada y dirigió 18 registros (14 domicilios y 4 locales) en los que arrambló con ingente documentación y material informático que, tras ser analizado, servirá de base para las imputaciones de ésta y de futuras operaciones. Además, ha enviado a prisión a los ocho cabecillas principales, incluida la portavoz de D3M y cabeza de lista por Álava, Amparo Lasheras.

Y aunque a las cuatro de la madrugada nunca se sabe si ya es demasiado tarde o todavía demasiado temprano, parece evidente que si a los dirigentes de la izquierda abertzale les va la marcha, Garzón es de los que cierra los bares.

Quizá fue un error de cálculo de los batasunos, pero pocas bromas con un juez que lleva toda su carrera amenazado de muerte por narcos, terroristas y demás delincuentes y al que no le tiembla la mano al imputar a Franco por crímenes contra la Humanidad cuando lleva muerto 33 años.

Y así hasta la próxima, la siguiente repetición de la serie eterna, como la roca de Sísifo y tan previsible como su trayectoria descendente.

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