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La nueva Casa Blanca

Fuerte resistencia en el Senado de EE UU al plan de estímulo económico

El presidente estudia las propuestas republicanas para lograr la aprobación

Antonio Caño

Pese a los esfuerzos desarrollados por Barack Obama en ambos lados del espectro político, el plan de estímulo económico, el arma que la Casa Blanca espera para combatir la crisis, ha encontrado una fuerte resistencia en el Senado. El presidente insistió ayer en lo dramático de la situación y en la urgente necesidad de invertir en la recuperación, pero muchos senadores dudan de la utilidad de este plan y amenazan con rechazarlo si no se le hacen cambios en profundidad.

"Tal como está va a ser derrotado en el Senado", advirtió ayer el jefe de la minoría republicana, Mitch McConnell, quien aseguró que a las reticencias de su propio partido se unen las de algunos senadores demócratas. Para evitar las tácticas obstruccionistas que demorarían infinitamente su aprobación, el plan, que representa un gasto de unos 875.000 millones de dólares (unos 680.000 millones de euros), requeriría el apoyo de todos los senadores demócratas y de, al menos, dos de la oposición.

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Obama se mostró ayer tranquilo de poder conseguir ese respaldo. "No podemos permitirnos que pequeñas diferencias impidan la aprobación de un plan que todo el mundo considera necesario", declaró ayer el presidente.

En efecto, congresistas de ambos partidos han coincidido en que hace falta una iniciativa por parte del Gobierno para combatir la crisis. Pero las diferencias sobre su contenido no son tan pequeñas. Los republicanos quieren un aumento considerable de la cantidad destinada a la reducción de impuestos (275.000 millones, en el texto aprobado la semana pasada por la Cámara de Representantes) y una disminución de la partida de nuevos gastos (550.000 millones, en esa versión). Al mismo tiempo, exigen, con el apoyo de algunos demócratas conservadores, la retirada de algunas partidas, como los 75 millones de ayudas para dejar de fumar, que parecen responder únicamente a las agendas particulares de determinados congresistas.

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Obama se muestra confiado en hallar un territorio común con el Congreso. "Cuando el plan definitivo salga a votación, va a tener un respaldo mayor de lo que ahora parece", ha pronosticado.

El presidente no ha ahorrado esfuerzos para conseguirlo. Ayer se entrevistó con el gobernador de Vermont, el republicano Jim Douglas, como representante de un grupo de gobernadores de ambos partidos, acuciados por la situación ruinosa de sus Estados, que están presionando al Capitolio a favor del plan de la Casa Blanca.

Más tarde, se reunió con congresistas demócratas a fin de pedirles un esfuerzo negociador. La Casa Blanca está dispuesta a satisfacer algunas exigencias republicanas. Aceptaría nuevas rebajas de impuestos -especialmente una, más polémica, que beneficiaría a familias de mayores ingresos- y quiere que los demócratas renuncien a algunas de las inversiones que han incluido en la primera versión de la ley.

Para algunos demócratas de izquierdas esto no es fácil de aceptar -ya han retirado partidas como las ayudas a los anticonceptivos o la educación sexual- y sólo lo harían a cambio de aumentar la inversión en infraestructuras. Los congresistas del partido mayoritario no quieren defraudar a Obama pero tampoco quieren que sus electores se queden con la impresión de que han pagado un precio excesivo a la oposición. Los republicanos, por su parte, no quieren aparecer como obstruccionistas ante un presidente muy popular pero tampoco quieren ser copartícipes de una gran operación económica en la que no creen.

En eso está en estos momentos el debate mientras se espera ansiosamente un resultado. El plan de estímulo económico va a ser, seguramente, la pieza legislativa más importante de este primer mandato. Barack Obama lo ha convertido en un instrumento vital para reconstruir el país y ha prometido que, con ese plan, acabará con la crisis antes de las siguientes elecciones presidenciales. "Si no lo consigo en tres años, esto será un proyecto de un solo mandato", dijo el presidente el domingo en una entrevista en la cadena de televisión NBC, dando a entender que vincula su suerte política en 2012 a la recuperación económica.

La otra pata sobre la que debe basarse esa recuperación es la intervención en el sistema financiero. Ya se da por hecho en Washington que pronto será necesario poner más dinero público en los bancos, pero Obama ha anunciado que en los próximos días se establecerán nuevas reglas para que el Gobierno tenga un control mucho más estricto sobre esa intervención.

Dentro del esfuerzo bipartidista del presidente podía incluirse ayer su voluntad de nombrar al senador republicano Judd Gregg como secretario de Comercio. Sería el tercer miembro de la oposición en el Gabinete. Pero Gregg sólo aceptaría el puesto a condición de que el gobernador de su Estado, New Hampshire, que es demócrata, acepte reemplazarlo por otro senador republicano con el fin de no cambiar el balance actual de fuerzas en la Cámara Alta.

Barack Obama y el gobernador de Vermont, el republicano Jim Douglas, durante una reunión en el Despacho Oval de la Casa Blanca.
Barack Obama y el gobernador de Vermont, el republicano Jim Douglas, durante una reunión en el Despacho Oval de la Casa Blanca.EFE

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