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Se vende el tesoro de Alí Babá

Unas 700 piezas de arte de Yves Saint Laurent y Pierre Bergé salen a subasta

Antonio Jiménez Barca

Un experto en pintura de la casa de subastas Christie's visitó el piso para evaluar el contenido. Y cuando entró en el salón de Yves Saint Laurent sólo pudo pensar que aquello que veía en ese momento era lo más parecido al tesoro de Alí Babá que había conocido y que conocería jamás en su vida de marchante de arte. Descubrió el picasso, el matisse y el goya en las paredes, y la gran escultura de inspiración africana de Brancusi en medio de la sala, pero también la mesa, los sillones, las lámparas, las alfombras, los espejos... O dos enormes jarrones negros que valen un millón de euros.

Los cuadros, esculturas, tapices, sillas, broches, copas, los objetos artísticos de todas las épocas, tamaños y tipos que reunieron a lo largo de toda su vida el diseñador de moda francés Yves Saint Laurent y su pareja y socio Pierre Bergé comenzarán a venderse al mejor postor mañana y acabarán el miércoles. Ocurrirá bajo la cúpula de vidrio del Grand Palais de París, entre el Sena y los Campos Elíseos, en lo que ya se ha calificado como la subasta del siglo y en la que participarán sentadas más de un millar de personas.

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Son más de 700 objetos que valen entre 200 y 300 millones de euros. Lo más barato es un puñal mongol del siglo XIX que alguien se podrá llevar por 800 euros. Lo más caro, el único cuadro de la etapa cubista de Picasso que aún queda en manos privadas, Instrumentos sobre una mesa, que se adjudicará por más de 25 millones de euros. Ha habido hasta líos diplomáticos: China reclama dos cabezas de bronce que a su juicio fueron robadas hace más de 100 años y Bergé replica que se las enviará cuando el Gobierno chino respete los derechos humanos.

Todo empezó por la escultura de Brancusi. "Cuando la compramos sentí que por primera vez comprábamos algo grande. Antes, una tarde que íbamos paseando por París, Yves se quedó embobado delante de una galería que tenía una escultura africana de madera de un gran pájaro. Ésa fue la primera pieza que compramos juntos. Esa escultura no sale a la venta. La guardaré yo", confesó Bergé a Le Figaro hace unas semanas.

La historia de esta colección, en el fondo, es la historia de una pareja. Yves Saint Laurent, el diseñador de las gafas de concha que revolucionó la moda del siglo pasado al vestir a la mujer con esmoquin o con dibujos inspirados en Mondrian, conoció al mecenas, editor, hombre de negocios y, sobre todo, apasionado del arte, Pierre Bergé, en 1958.

Vivieron juntos hasta 1978. Fueron amigos y compartieron la colección siempre, hasta la muerte del modista, en 2008. Fue entonces cuando Bergé pensó en deshacerse de ella. "Si él no estaba, ya no tenía sentido", manifestó. Durante todos esos años compraron con un olfato certero, guiándose sobre todo por su impulso, sin obedecer a criterios históricos ni mercantiles. Jamás revendieron un objeto.

Saint Laurent era más impulsivo que su amigo, más dado a arramblar en las tiendas de antigüedades como "el que visitaba un supermercado", según Bergé. Éste siempre se ha definido como una persona que, sin ser un artista, persigue el arte se encuentre donde se encuentre, ya sea en un aria de Maria Callas (a la que adoraba) o en un taburete (hay uno que se vende en la exposición por 6.000 euros).

Convirtieron su casa de París, de 400 metros cuadrados y dos pisos, en un museo vivo donde imperaba la mezcolanza de estilos y fechas, en un pastiche hechizante, según los curtidos expertos de Christie's que la visitaron. Todos estos especialistas, desde el encargado de calibrar los muebles antiguos hasta el de los objetos de plata, coincidieron ayer en señalar la exquisitez de los objetos adquiridos, fueran lo que fueran.

"¿Que por qué compré todo? A lo mejor para intentar convertir mi vida en una obra de arte en sí misma, para vivir lo más cerca del arte posible", se explicaba en la entrevista citada Bergé. Saint Laurent era igual de obsesivo, aunque más impaciente: una vez prestaron el goya a una exposición temporal en el Prado y el diseñador colocó en el lugar que ocupaba el cuadro una réplica fotografiada de idéntico tamaño con el mismo marco. Aun así se pasó todo el tiempo preguntando en voz alta, para fastidiar a su pareja: "¿Y cuándo nos devuelven el goya?". Ahora, el cuadro, el Retrato de José María de Cistue y Martínez, pasará a la colección del Louvre. Bergé lo ha donado para siempre.

Muchos le han preguntado al socio de Saint Laurent, dado que no hace esto por dinero y que la mayoría de los fondos se destinarán a la lucha contra el sida, que por qué no crea una fundación y así evita que se dispersen y se desperdiguen los objetos que han rodeado su vida y su casa. Éste responde siempre que no tiene ni tiempo ni dinero para crear una fundación y que no hay que sentir pena por deshacerse de casi todo. "El destino de las obras de arte es pasar de mano en mano", asegura. Y luego añade que cuando ya había tomado la decisión se topó con una frase del escritor Edmond de Goncourt: "No quiero que ninguno de mis dibujos, mis muebles, mis libros, en fin, los objetos de arte que han hecho mi vida más feliz, acaben en la fría tumba de un museo, sino desperdigados por los golpes de martillo del subastador. Y que el goce que me procuró la compra de alguno de ellos se repita en otra persona, heredera de mi gusto".

La frase le impresionó tanto a Bergé que la ha colocado en la primera página del catálogo, al lado de una fotografía de unas gafas de concha."El destino de las obras es pasar de mano en mano", dice el mecenas Los objetos han sido valorados entre 200 y 300 millones de euros

Objetos de Yves Saint Laurent y Pierre Bergé que serán subastados en París a partir de mañana.
Objetos de Yves Saint Laurent y Pierre Bergé que serán subastados en París a partir de mañana.REUTERS
<i>Instrumentos de música sobre una mesa,</i> de Picasso.
Instrumentos de música sobre una mesa, de Picasso.
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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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