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Elecciones 1-M | La campaña

Una carrera hacia el poder desprovista de padrinos

Entre Vigo y Allariz, Quintana encontró la motivación política a la que se entregó sin reserva desde los 18 años

Todos deberían felicitar hoy a Anxo Quintana: cumple 50 años. Nació en una clínica de Ourense, le inscribieron en el registro de Allariz y volvió a Vigo, adonde la familia se había trasladado para empezar de cero con un negocio de droguería. La madre siempre volvía a Ourense para dar a luz. Anxo fue el tercero de cinco hermanos. En O Calvario, la familia habilitó la rebotica de la droguería para vivienda y en apenas 90 metros cuadrados llegaron a convivir hasta 14 personas, contando los tíos y primos que se dejaban caer los fines de semana. Es el espacio familiar que Anxo Quintana recuerda con más cariño y menos agobios.

Era, según confiesa en un libro de conversas con Xosé Luis Barreiro Rivas, una familia liberal en lo social y lo político y conservadora en las relaciones familiares y sus valores. A Anxo le matricularon en el colegio Santiago Apóstol, de los jesuitas, donde permaneció como mediopensionista entre los 5 y los 16 años. Entraba a las ocho de la mañana y volvía a casa a las nueve de la noche. Un año, siendo aún muy niño, le dieron el premio al mejor compañero.

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Aunque buen estudiante, obtuvo reconocimiento en el colegio, sobre todo, porque destacaba en el fútbol. Eso en la época marcaba mucho. Recuerda a sus primeros profesores con gran afecto por crearle "la conciencia personal y autónoma en la que anidan el sentido del deber, de la ética y de la identidad", pero descarta cualquier otra vinculación entre la enseñanza recibida y sus actuales convicciones.

En la iglesia de los jesuitas hacían sus asambleas los obreros levantados contra la primera reconversión industrial (1972). Quintana también recuerda a su padre, tan moderado, agachado en el balcón de la casa gritando contra los grises que apaleaban obreros en la calle, convertida en campo de batalla. En Ferrol habían ametrallado una manifestación, y en ese clima saltan las chispas de su primera inquietud política, que también se tiñe de drama familiar con el exilio forzado de un tío suyo, por comunista.

Acabó el COU el mismo año que murió Franco, dispuesto a estudiar Medicina. En el segundo curso, con gran disgusto familiar, colgó los libros para que nada distrajera su dedicación a la liberación nacional de Galicia. Aún recuerda, palabra por palabra, el discurso de su primer mitin, a los 18 años, para arengar a un puñado de agricultores fijando las confluencias del precio de la pataca de semente y la necesidad de autodeterminación.

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Al nacionalismo le habían decantado los amigos de Allariz y el propio entorno rural de la villa, que alienta su cosmovisión de Galicia. Engulle, con un hambre que le impide ordenar el menú, a los clásicos marxistas, a los nacionalistas propios desde los gérmenes del Romanticismo y cuanta literatura panfletaria hiciera referencia a los movimientos de liberación colonial para insertar el de Galicia entre ellos. Aquel 1977 de su primer mitin conoce a sus dos principales mentores políticos, Bautista Álvarez y Francisco Rodríguez, aunque dos años antes ya había participado en la primera asamblea de la AN-PG, su bautismo de fuego político. La UPG será el cauce por el que navegue a partir de entonces.

En esos años de Allariz sobrevive con trabajos esporádicos de vendedor, de camarero... Se deja crecer la barba, que era moda y, en su caso, también un amparo para la timidez, y combina el uso de un 600 para la agitación política y, buen mozo, para la troula de las fiestas de la comarca. Nunca fumó un porro, aunque también era moda, por marcar la diferencia, y sacó el título de ATS para darse una seguridad salarial. Iba consolidando así una personalidad "muy individualista y no demasiado dotado para la convivencia familiar", según admite. Cuando nacieron sus gemelos, siendo ya vicepresidente de la Xunta, se acogió al permiso de paternidad, pero más que nada, por dar ejemplo. Antes pasó por una separación matrimonial y por la muerte en accidente de tráfico de su hermano menor, de 25 años, que señala el episodio más trágico de su vida.

La conquista del poder en Allariz se ha hecho ya legendaria. Los resultados de su década como regidor de la villa, a partir de 1990, tan meritorios y reconocidos, le dieron alas para trasladarlos como referente de su proyecto para toda Galicia. Por eso, con todo ese bagaje, no reconoce "ningún apadrinamiento" en su elevación al liderazgo del BNG y a la Vicepresidencia de la Xunta. Por el camino quedó Beiras. "Él es la historia misma del BNG", admite Quintana, lo que no ha evitado un drástico enfrentamiento personal y político entre ambos.

Quintana sigue versioneando la confluencia del precio de las patatas y la autodeterminación. "Sólo en la medida que seamos capaces de crear bienestar tendremos futuro", repite ahora, sin resabios por su papel de segundón en la Xunta. Proclama la nación, núcleo esencial de su política, como un camino antes que como un molde.

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