_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Una bandera para España

Durante las últimas décadas, la actividad económica española ha tenido que enfrentarse a un importante retraso tecnológico en la mayoría de los sectores industriales a la hora de competir internacionalmente. Algunos casos como las energías renovables o ejemplos empresariales como Indra, han sido la excepción que confirma la regla.

El tirón económico de esos años, el incremento del poder adquisitivo de los ciudadanos españoles y las ventajas de una mano de obra más barata que la del entorno europeo donde iban a parar las tres cuartas partes de los coches que se fabricaran aquí, propiciaron la instalación de casi todas las grandes marcas. España llegó a convertirse en el quinto fabricante mundial de automóviles -últimamente nos han pasado China, Corea y Brasil y están pidiendo paso Canadá, India y México-. Aquí se producen más de tres millones de unidades con una capacidad bastante superior.

Más información
Llega el coche eléctrico. ¿Dónde lo enchufamos?

Pero nos encontramos ante una situación crucial cuya salida afecta a importantes indicadores económicos como el PIB o el índice de población activa.

Así las cosas, factores como el cambio climático, el incierto agotamiento de las reservas de combustibles fósiles, con el cierto incremento constante de los precios en condiciones de normalidad, o la creciente sensibilidad social por alternativas medioambientales más sostenibles están generando una demanda que el Ministerio de Industria ha decidido capitalizar enarbolando la bandera del coche eléctrico made in Spain.

Desde hace algún tiempo se celebran conversaciones a tres bandas entre la Administración, los fabricantes de automóviles y las compañías eléctricas tratando de encontrar el camino más corto y eficaz para la implantación de un nuevo sistema de movilidad que todo el mundo sabe que no será definitivo, pero que puede ocupar su parcela en la diversificación de fuentes energéticas a la que estamos abocados.

De momento, no hay decisiones definitivas: está por ver si se potenciará la red eléctrica actual para soportar la implantación de cargas rápidas durante el día que permitan recorrer más de 200 kilómetros o si se impondrá un sistema de cambio rápido de baterías, o si se desarrollarán los motores híbridos "enchufables" hasta que se impongan tamaños más reducidos con mayor capacidad energética. Hay muchas soluciones, que convivirán por un tiempo.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_