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Reportaje:

El IRA se enfrenta a sus hijos

Los líderes del Sinn Fein, brazo político del grupo terrorista, arremeten contra los contrarios a la paz, pero los militantes de base se resisten a criticarlos

Francisco Peregil

Se dieron un abrazo el jueves a la una de la tarde en la parte occidental de Belfast, la que sólo pisan los católicos republicanos.

-¡Coño, Danny, se te ha puesto todo el pelo blanco!

-Se nos ha puesto a todos blanco, mira a tu alrededor.

Miraron por la senda de Falls Road, la calle donde se encuentra la oficina del Sinn Fein, y vieron unas cien cabezas canosas siguiendo al féretro envuelto en una bandera irlandesa. Eran las mismas cabezas que antes de los acuerdos de paz del Viernes Santos firmados en abril de 1998 aparecían en los periódicos de Reino Unido cada vez que estallaba alguna bomba o moría alguna de las 3.600 víctimas que se ha cobrado el conflicto del Ulster. Muchos de ellos fueron miembros del IRA y algunos llevaban hasta 10 años sin verse. Acudían al entierro de Deuce McMullan, un compañero de armas que murió esta semana de cáncer.

Ya no cuentan con las armas; para imponer disciplina sólo tienen la palabra
"Si hay una expresión que a un católico le puede hacer daño ésa es la de traidor"
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El gaitero, por delante del coche fúnebre, tocaba sin mirar atrás. Cuatro hombres enlazados con los brazos en pareja cargaban sobre sus hombros la caja. Un anciano gritaba "¡Clé Mariseáil!". ("¡Izquierda, adelante!", en gaélico), y los cuatro reemprendían una marcha que pasaba frente a un mural pintado en homenaje a ETA. Apenas 10 metros después otro miembro de la comitiva ordenaba reemplazarlos. Los cuatro siguientes no tenían ni que cruzar una mirada para saber qué esquina del ataúd les correspondía. El anciano gritaba de nuevo: "¡Clé Mariseáil!".

Gracias a esa disciplina cronometrada el IRA ha logrado subsistir más de 40 años y gracias a ella Martin McGuinness, uno de sus principales dirigentes en los años setenta, es hoy el número dos del Sinn Fein y también del Gobierno autónomo. McGuinness ha tenido que posar muchas veces, y en alguna ocasión hasta sonriendo, al lado de sus antiguos enemigos y ahora socios en el Gobierno de coalición. Eso le ha deparado algún desgaste entre los suyos. A cambio, casi dos millones de personas en Irlanda del Norte han disfrutado de diez años de paz. Pero el sábado el IRA-Auténtico, grupo que se escindió del IRA en 1997, mató a dos soldados británicos. Y dos días después, el IRA de la Continuidad, otra pequeña escisión de la que apenas se hablaba desde su nacimiento en 1986, mató a un policía. Los antiguos dirigentes del IRA tendrán que imponer la disciplina entre los suyos. Pero ya no cuentan con las armas, sólo disponen de la palabra. Y las palabras que han empleado contra sus antiguos compañeros de armas son duras.

En el funeral de Deuce McMullan no había micrófonos, ni cámaras, ni apenas periodistas. Era un buen momento para sondearse unos a otros, saber cómo encajaban las palabras de Martin McGuinness. El antiguo comandante del IRA había pedido colaboración con la policía. A quienes antes se llamaba chivatos, ratas o delatores, a partir de esta semana se les llamará patriotas. Y quienes antes eran patriotas disidentes, ahora, según McGuinnes, son traidores. Ése es el mensaje.

"Aquí todos tenemos razones para ser críticos con McGuinness y con el Sinn Fein", explica Danny D., antiguo miembro del IRA. "Pero también coincidimos en que las armas no son la solución. Ahora bien: eso es una cosa y otra es llamar traidores a los amigos del IRA-Auténtico y del IRA de la Continuidad. Si hay una palabra que a un católico republicano le puede hacer daño ésa es la de traidor. Toda la gente con la que estoy hablando aquí en el funeral me dice que McGuinness se ha pasado, que debe cuidar su vocabulario".

El periódico The Sun y una organización contra el crimen han ofrecido una recompensa de 100.000 libras a quien aporte información sobre los asesinatos. Pero el ambiente en las calles católicas no parece tan lleno de rabia contra los crímenes recientes como para justificar una delación. Cuando el IRA descubría a algún chivato solía pegarle un tiro en la rodilla o lo ataban a un poste y le echaban alquitrán encima o le daban un tiro en la cabeza. "Y ahora McGuinness está pidiendo a la gente que haga las mismas cosas por las que él mandaba ejecutar a la gente", explica desde el municipio de Derry en conversación telefónica Richard Walsh, portavoz del Sinn Fein Republicano, brazo político del IRA de la Continuidad. "La palabra traidor le va a costar muchos votos a McGuinness. Porque el que ha traicionado al movimiento republicano es él. Y la gente se está dando cuenta de que 11 años después de los acuerdos de Viernes Santo, los republicanos no estamos en una posición más fuerte de la que estábamos. Y el Ejército británico sigue ocupando nuestra tierra".

Una vez que soltó la palabra traidor, McGuinness se dedicó a trabajar sobre el viaje a EE UU que concluirá el martes a la Casa Blanca junto al ministro principal y líder unionista, Peter Robinson. De ahí saldrán más fotos junto a su antiguo enemigo. Y tal vez, más dinero para el Ulster.

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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