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Reportaje:

Enquistados en el narcotráfico y la orfandad social

FARC, ELN, ERP y un Sendero Luminoso residual siguen armados

Juan Jesús Aznárez

Apenas media docena de guerrillas ajenas a la instauración de la democracia en América latina sobreviven enquistadas en el terrorismo, el narcotráfico, el anacronismo o la vaciedad programática. Ninguna cuenta con simpatías sociales importantes.

Las más conocidas son un Sendero Luminoso residual en Perú, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN) en Colombia y la constelación de pequeños grupos armados de México, entre ellos el Ejército Popular Revolucionario (EPR), de intermitente y simbólica presencia. Son más grupos de presión que guerrillas

El Ejército Zapatista de Liberación (EZLN) declaró la guerra al Ejército mexicano en 1994, pero no ha disparado un tiro desde entonces, y su líder, el encapuchado subcomandante Marcos, quedó reducido a una suerte de comentarista político domiciliado en Chiapas. Su principal mérito fue alertar al mundo sobre la exclusión social y la pobreza sufridas por buena parte de los indígenas mexicanos, según la mayoría de los analistas.

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Las FARC, nacidas de un problema agrario todavía no resuelto, son militarmente más poderosas que el ELN, pero atraviesan un periodo de debilitamiento y deserciones y están contaminadas por el narcotráfico. "Están diezmadas, desmoralizadas y con poca capacidad de maniobra política o militar", según Diego Escobar, analista de la Universidad Nacional de Bogotá.

La última deserción fue sonada: Elda Mosquera, alias Karina, de 40 años, entró en las FARC a los 16 "para luchar contra desigualdad, la pobreza, el desempleo", según explicó a la prensa. "Y no es que esa convicción la haya perdido. La sigo teniendo. La que perdí fue que esas cosas se consiguen por medio de las armas. La salida es por el diálogo y la vía política".

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Un buen contingente de ex guerrilleros del M-19 colombiano llegaron a ese convencimiento cuando decidieron desarmarse, en 1990, y probar fortuna en política. Uno de sus jefes, Antonio Navarro Wolff, es gobernador de Nariño, aunque sus miras son presidenciales.

Algunos de aquellos milicianos son ahora funcionarios del conservador Álvaro Uribe, entre ellos Rosemberg Pabón, que participó en la toma de la Embajada de República Dominicana en Bogotá, ocurrida en 1980; Everth Bustamante y Carlos Franco también fueron insurgentes.

El opositor Polo Patriótico, que se nutrió de gente del M-19, agrupa a casi toda la izquierda legal en Colombia, desde la socialdemocracia hasta agrupaciones marxistas, y también quiere alcanzar el poder.

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