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Editorial:Editorial
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La economía china es crucial

Para la recuperación de la economía global, el final de la muy pronunciada desaceleración de la economía china es una de las piezas esenciales. Que ello tenga lugar en el contexto del esquema de coordinación multilateral, sin acentuar las tensiones proteccionistas subyacentes, es crucial. China necesita al resto del mundo para garantizar la continuidad de la transformación emprendida hace dos décadas, pero el resto del mundo precisa de una China menos volcada hacia las exportaciones.

Uno de los elementos que amparaban hasta hace pocos meses la esperanza de que la crisis financiera no derivara en una recesión mundial era la posibilidad de que algunas economías consideradas emergentes compensaran el desplome en la demanda de las economías avanzadas. Los BRIC, y de forma destacada China, habían sido tractores del crecimiento mundial en los últimos cinco años y bien podrían contribuir a esa diferenciación de ritmos de crecimiento. No ha sido así. China no volverá a crecer a tasas algo superiores al 10% anual como lo ha estado haciendo en la última década. En la segunda mitad del pasado año inició una acusada contracción en la expansión de su producción, según los indicadores parciales disponibles.

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La economía china sigue mostrando signos de recuperación

Aun cuando se frenara ese desplome y se estabilizara la demanda exterior, decisiva para el crecimiento chino, no se alcanzarían los objetivos de las autoridades de mantener un ritmo de crecimiento en el entorno del 8% en este año. Las previsiones sitúan esa tasa en el entorno del 6%, sin que puedan descartarse niveles inferiores, frente al 9% registrado el año pasado. Un comportamiento tal puede generar tensiones sociales en aquel país, de trascendencia desconocida, que lleguen a condicionar los grandes avances registrados en los últimos años. Las autoridades, en consecuencia, no pueden confiar sólo en la diferida y tenue recuperación de sus tres principales clientes (EE UU, la UE y Japón); están obligadas a adoptar decisiones inequívocamente expansivas, y para ello utilizar el margen de maniobra acumulado en los últimos años. Una tasa de ahorro relativamente elevada, reducido endeudamiento, capacidad de atracción de inversión extranjera y un excepcional volumen de reservas internacionales constituyen ventajas diferenciales frente a otras economías enfrentadas a un similar empeño estimulador. No pueden hacerlo de forma indiscriminada, sin atender a los excesos de capacidad que son evidentes en algunas industrias nacidas al socaire de la expansión de la demanda global.

Son señales esperanzadoras la diversificación energética, aumentando el peso específico de las energías renovables a costa de las más contaminantes, o aquellas otras destinadas a la mejora de las infraestructuras físicas y tecnológicas. Que esos estímulos se coordinen con los adoptados por las demás economías presentes en el G-20 es una de las condiciones para favorecer una salida conjunta de la recesión global. La otra, sin temor a ser reiterativos, es la incorporación de ese país a todas las instancias de gobierno global, incluido el selectivo G-7, con el fin de exorcizar la hoy más inquietante de las amenazas proteccionistas, sin duda el peor de los obstáculos a la prosperidad global. Nunca ha sido más crucial la integración completa de China.

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