_
_
_
_
_
Apuntes

Ni un euro adicional para que la Universidad se adapte a Bolonia

La Generalitat, poco implicada en el proceso, descarta destinar fondos extra

Ignacio Zafra

No habrá fondos adicionales para adaptar el sistema universitario valenciano al Espacio Europeo de Educación Superior. Al menos no saldrán de la Generalitat. Los rectores de las universidades públicas y la junta de profesores de la Universitat de València han declarado que resultará imposible reorganizar las carreras, introducir modelos de innovación docente y ofrecer formación de calidad si la reforma se realiza a coste cero. Ese es también uno de los argumentos principales del movimiento anti-Bolonia: si el cambio se hace sin poner más dinero, saldrá mal, y para eso mejor dejar las cosas estar.

La Consejería de Educación se escuda en la crisis económica. "Estamos en un momento muy malo", dice María Amparo Camarero, secretaria autonómica de Universidades, y asegura que el Consell cumplirá, en cambio, con lo que figura en los presupuestos (815 millones de euros) que los centros están recibiendo por mensualidades.

Más información
Bolonia, a paso de tortuga

La Generalitat no destinará dinero a una reforma en la que, por otra parte, se ha implicado muy poco. No se recuerda ninguna decisión al respecto en la etapa de Justo Nieto, ni en la primera de Font de Mora, cuando Emilio Barberá estaba a cargo del área de universidades como secretario autonómico. Ni siquiera durante la revuelta protagonizada por los estudiantes contrarios al espacio europeo se ha escuchado del Consell una palabra en defensa del proceso o del sistema universitario público, más allá de algún consejo genérico del tipo estudien más y protesten menos, que Francisco Camps, presidente de la Generalitat, dirigió a los alumnos en Alicante. En el fondo, y aunque no lo reconocerán en público, los problemas de los rectores (y en especial los problemas del rector de la Universitat de València) con los anti-Bolonia fueron más festejados que otra cosa desde el Consell. Por varias razones, entre ellas que desviaba el foco de responsabilidad hacia los gobiernos universitarios y hacia el Ejecutivo.

Aunque con sigilo, la actividad se ha incrementado desde la llegada, en mayo de Camarero, profesora de la Universitat Jaume I de Castellón, a la secretaría autonómica. A finales de 2008 el departamento publicó una orden en la que fijaba el mínimo de alumnos (50) que las carreras debían reunir en primer curso. ¿Y si no los alcanzan? "En ese caso deberán justificar su mantenimiento", responde Camarero. "Si, por poner un caso, en todas las universidades valencianas sólo hubiera una carrera de Física y matriculara a menos de 50 alumnos, lo normal sería mantenerla, porque la Comunidad Valenciana no puede dejar de tener una carrera como Física".

Educación baraja otras posibilidades para salvar carreras con poca demanda. Una será la de títulos compartidos. No se tratará, como se ha planteado en otras comunidades autónomas, de que dos o más universidades impartan juntas la misma carrera (o que se deje sólo en una de ellas), sino, prácticamente, de unificar los primeros cursos de carreras distintas, dejando tercero o cuarto (los grados tendrán todos cuatro años, salvo unas pocas excepciones) para la especialización. Podrían funcionar al principio como una sola carrera, por ejemplo, el grado de Administración y Dirección de Empresas, y el grado de Finanzas y Contabilidad. O los grados de Matemáticas y Estadística podrían compartir bastantes asignaturas, afirma Camarero.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

La secretaria autonómica explica la inacción en que ha estado instalada la Generalitat indicando que al Gobierno autonómico le corresponde el tramo final del proceso. El Ejecutivo elaboró la ley; la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (Aneca) debe informar sobre las solicitudes de carreras que presentan las universidades; el Consejo de Universidades aprueba los títulos, y a las comunidades autónomas corresponde autorizar su implantación.

Un profesor para varias carreras

La Consejería de Educación no acepta uno de los principales argumentos de las universidades para reclamar fondos que les permitan adaptarse al Espacio Europeo de Educación Superior: la necesidad de reforzar con profesores las carreras con una demanda alta. El motivo es que el nuevo modelo docente que se deriva de la declaración de Bolonia plantea la necesidad de distribuir a los alumnos en grupos más pequeños para que puedan tener una participación más activa durante el curso. Es decir, que no se limiten a escuchar del profesor y a tomar notas, sino que intervengan y realicen más trabajaos individuales o en grupo dentro y fuera del aula. Y eso, explican quienes han estado a cargo de los grupos de innovación docente ensayados en los últimos años en las universidades, puede hacerse con grupos de 30, 40 quizá con 50 alumnos. Pero resulta prácticamente imposible pensar que pueda hacerse con 90, 100 o 120 alumnos, tamaños que siguen siendo habituales en carreras con mucha demanda, como las de Ciencias Sociales.

El hecho de que la mayoría de los profesores ocupen plaza de funcionarios (cosa que ocurre en mayor proporción cuanto más antigua es una universidad) hace muy complicado mover a los docentes de allí de donde sobran profesores a allí donde faltan. En el primer caso se hallan un buen número de titulaciones de Humanidades y, en menor medida, de Ciencias Básicas, en las que la demanda de estudios ha ido cayendo en los últimos años. En el segundo caso siguen siendo paradigmáticas las carreras de Ciencias Sociales como Administración y Dirección de Empresas, y Derecho.

La secretaria autonómica de Universidades, María Amparo Camarero, está convencida, en cambio, de que la movilidad entre carreras no es ninguna quimera. "Un profesor puede dar clases en más de una carrera. En muchos casos, los créditos básicos que se imparten en los primeros cursos los pueden dar profesores de distintos departamentos". En la Jaume I de Castellón, comenta, los docentes de Matemáticas dan clases en varias titulaciones. Y lo mismo podría hacerse en carreras de ciencias o ingenierías e incluso, afirma, en casos más distantes: un profesor de latín podría explicar la genealogía de muchos términos en carreras como Medicina o Farmacia.

Pero aceptando que las universidades pudieran conseguir cierto grado de movilidad entre disciplinas cercanas (o entre carreras algo más alejadas mediante cursos de reciclaje), de ese modo la descompensación de la plantilla sólo será paliada. Y esa cuestión no agota los quebraderos de cabeza a los que tienen que enfrentarse los gestores universitarios. La mayor parte de las aulas de las facultades fueron diseñadas y levantadas en la etapa de masificación universitaria. Y ahora tendrán que ser reformadas para que en vez de una clase para 200 alumnos haya cuatro clases para 50. Y las obras no pueden hacerse a coste cero.

Medidas del Consell ante la reforma

- No habrá financiación extra como habían pedido rectores, profesores y alumnos.

- Mínimo 50 estudiantes nuevos por carrera. Si no los reúne tendrá que justificar su continuidad, compartir cursos con otras titulaciones o desaparecer.

- La falta de profesores puede paliarse en parte, señala Educación, fomentando la movilidad entre carreras afines.

- Los títulos con muchos docentes, circunstancia que se produce en algunas carreras de Humanidades, pueden aprovechar para reforzar los posgrados (master y doctorado).

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Ignacio Zafra
Es redactor de la sección de Sociedad del diario EL PAÍS y está especializado en temas de política educativa. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Valencia y Máster de periodismo por la Universidad Autónoma de Madrid y EL PAÍS.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_