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'Funk' y canibalismo

El canto de un viejo libro llena por completo las tres pantallas, como si su contenido interesara mucho más que los cuidados grabados de su primera página. La imagen cobra sentido en este recinto, antiguo refectorio, donde la lectura acompañaba la comida de los monjes. Leer y comer: dos acciones de las que se ocupan Dias y Riedweg. Pronto aparece el contenido del libro. Es La verdadera historia y descripción de un país de salvajes, de Hans Staden, un aventurero alemán del siglo XVI. Enrolado como artillero en la marina portuguesa, cayó, tras un naufragio, en manos de los tupinambas, un conjunto de etnias guerreras que combatían la colonización de Brasil o, si se prefiere, defendían su vida primitiva frente al régimen, diría Gilles Deleuze, despótico, propio del orden europeo. Los tupinambas marcaban los cuerpos de sus enemigos vencidos devorándolos en un ritual que buscaba apoderarse de su valor. Staden no debió brillar por su arrojo y esto quizá lo librara de la muerte. Escapó, regresó, narró sus desventuras y el libro con fantasiosas xilografías, recorrió Europa en múltiples traducciones. La narración de Staden vuelve ahora para mostrar el retorno de lo mismo. Así lo sugiere un primer plano del mar que sucede al del severo perfil del libro. Dias y Riedweg funden las figuras de las antiguas xilografías con una comida de un grupo de jóvenes de las favelas. También hay aquí un ritual: los bocados de carne alternan con una suerte de juego sacrificial en torno a dos símbolos de una civilización de la que están excluidos: un maniquí y una muñeca hinchable. En medio, una réplica de la iberapema, la lanza sacrificial de los tupinambas. En este caso sirve de soporte a la cámara que filma una gran fiesta funk-carioca. No es una samba, sino un baile de las favelas al ritmo de música afroamericana modificada con letras en las que los faveleiros cuentan qué piensan de la vida y de la sociedad, del sexo y de la muerte. Baile que sólo se hace en esos barrios, música que sólo se distribuye bajo cuerda: uno y otra están prohibidos, son ilegales. Funk Staden es así una reflexión sobre las estrategias de exclusión y marginación. Con frecuencia se sitúa el problema de la diversidad cultural en la diferencia pero ésta, como sugiere García Canclini, es inseparable de la pobreza (la desigualdad) y de la exclusión (la desconexión). Y estas últimas, más que suceder, se fabrican. Las produce, más acá de la conciencia, la máquina social.

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