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Porras, besos y fotos con Sara

Presidenta, una foto. Presidenta, salude, que la estoy grabando en vídeo. Presidenta, un autógrafo en mi invitación, por favor. Y así dos horas. De pie frente a la entrada del patio de la Real Casa de Correos, con la sonrisa puesta y el piropo a punto. A las tres de la tarde, la presidenta de Madrid, con gesto cansado, ya besaba mecánicamente, como un androide con traje malva. "Parece una tontería, pero de saludar a tanta gente la mano se le queda dormida", reflexionaba el vicepresidente Ignacio González, mirándola desde la distancia, encantado de no ser él el besuqueado. "Yo ahí no me pongo. Aunque si me pagasen lo que a ella, igual lo hacía". Y se partía de la risa.

Aguirre sería la estrella oficial del besamanos, de acuerdo, pero la cola que se formó para hacerse una foto con Sara Montiel no se quedaba atrás. "Qué emoción. Yo la conozco desde niña y los 81 años que dice que tiene son reales", susurraba a modo de confidencia una señora de impoluto traje blanco. Y Sara, encantada, esperaba sentada a sus admiradores. Con gafas oscuras de diva que sólo se quitó para que la retrataran con el peluquero Rupert. Entre estrellas, ya se sabe. "Es que hay mucha claridad aquí", se excusaba con los demás.

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Mientras, el Real Madrid-Barcelona se colaba en todas las conversaciones. Francisco Granados, atlético hasta el tuétano, pedía por lo bajini "humillación" para el Real Madrid. Hubo hasta porra. Aguirre, 2-1. Su jefe, Mariano Rajoy, 3-1. Por pedir...

A Rajoy también lo asaltaron los fans, cámara digital en mano. Demostró ser de los que se lo toma en serio: sonrisa profidén y brazo sobre el hombro del simpatizante, en plan colega. "¡Señor Rajoy, señor Rajoy!", se desgañitaba una niña en plena persecución. Demasiado tarde. El señor Rajoy ya enfilaba la salida rodeado de muchos señores con traje. "Intenté saludarle otra vez y tampoco pude", contaba después la pequeña, compungida, buscando el consuelo de su madre. La niña de Rajoy se quedó otra vez sin foto.

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