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Giro

Caída, adrenalina y un grito

Un patinazo a 800 metros de la meta casi le cuesta el triunfo

Carlos Arribas

Denis Menchov comenzó el Giro, su Giro, callado, la boca cerrada, inexpresivo. Lo terminó gritando, voceando, exultante, pura rabia liberada en un grito que le salía de las entrañas, y en un puño en alto. Jamás en la vida Menchov, un ruso sereno, se había expresado de tal manera, ni en lo bueno ni en lo malo. El catalizador de un estado de ánimo tan agitado que aun en el podio, casi media hora después de terminar la contrarreloj final y turística por Roma, le resultaba incontrolable, fue, inevitablemente, el deslizante pavés romano, los sampietrini, cubos irregulares de pórfido y basalto, a los que la lluvia irregular pérfidamente transformó en armas del maligno, o de Di Luca, vaya usted a saber; el desencadenante, una caída a 800 metros de la meta que le aterrorizó al instante: el Giro de Menchov, que había iniciado la contrarreloj con una ventaja de 20s, estaba allí, en un patinazo en la recta junto al Coliseo, un avatar que le dejó en el suelo, que le devolvió a su condición de gladiador, de luchador marioneta en manos de un organizador empeñado en explotar al máximo el sentido comercial de su empresa. "Habría sido injusto que Denis hubiera perdido el Giro con esa caída", dijo Carlos Sastre, cuarto finalmente. "Injusto para él e injusto para Di Luca, que seguramente nunca se habría sentido a gusto ganado así".

Por fortuna para Menchov la posible injusticia histórica -ninguna general de una gran carrera por etapas se ha decidido por una caída en el último kilómetro- se transformó en un acto de caracteres heroico gracias a la impecable actuación de su mecánico, Vincent Hendricks, quien, como un rayo, mientras Menchov, desorientado, intentaba inútilmente recuperar la bici caída, descolgó de la baca la de repuesto, una cabra negra exactamente igual y ayudó a Menchov a montar y le dio un empujón digno del mejor especialista en bobsleigh. "Lo habíamos preparado así", dijo Hendricks, el mecánico más feliz del mundo, quien cruzó orgulloso la meta pedaleando en la bici caída. "En caso de caída, nueva bici, sin duda".

Visto con frialdad el asunto, tampoco era para tanto. Tras una impecable contrarreloj, Menchov cruzó la pancarta del último kilómetro con una ventaja de 32s sobre Di Luca. Contando con los 20 con que contaba, podía darse el lujo de perder 51. Finalmente, con la caída sólo perdió 11, lo que no evitó el subidón de adrenalina del ruso y su liberación posterior. En todo caso, la caída le dejó sin la victoria de etapa, que fue al lituano Konovalovas, del Cervélo de Sastre. "En la Vuelta 2007 el final fue muy tranquilo", dijo Menchov. "Aquí la emoción ha durado hasta el final. Ha sido la victoria más importante y dramática de mi carrera. Por eso mi grito".

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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