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Reportaje:Roland Garros

Robredo, ante su gran frontera

El español, desde hace un mes sin entrenador, nunca ha pasado de cuartos en un 'grande'

Es lunes. Tommy Robredo se clasifica para los cuartos de final de Roland Garros, en los que hoy juega contra el argentino Juan Martín del Potro (Eurosport, 14.00), y con sus gritos y los de su padre aún retumbando en la pista escribe unas letras sobre el objetivo de una cámara de televisión: "Érase una vez un niño...". Érase una vez un tenista que llegó a París sin entrenador y convertido en el poseedor de más victorias sobre arcilla del curso (25), que se presentó como un rostro anónimo entre la manada de favoritos y que ahora se encuentra ante su quinta oportunidad de llegar a su primera semifinal en un grande: Tommy Robredo. "Y tanto va el cántaro a la fuente que, al final, un día tiene que romperse de mi lado", dice el número 17 antes de que Roland Garros se quede en silencio en recuerdo a los pasajeros del Airbus A-330 caído al Atlántico.

"Le falta un poco de peso en los puntos decisivos", explica Sánchez Vicario
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Delpo, el número cinco, ha hablado alto y claro mucho antes: "Robredo es un especialista en tierra. Su papá sabe mucho de tenis. A nadie le gustaría enfrentársele. Va a ser muy difícil".

Diciembre de 2008. Robredo escribe varios correos electrónicos a Pepo Clavet, su entrenador de entonces. Honrando su fama de tenista ordenado, ha querido poner en claro lo que desea mejorar. En resumen: "Jugar bastante con la derecha, con altura, con una posición agresiva, dentro de la pista. Mejorar el saque y cerrar más jugadas arriba, en la red". Robredo arranca seis meses de lo más extraños. Durante 15 días es el jugador del momento: gana en Buenos Aires y Costa do Sauipe (Brasil), convertido en un ciclón arrollador en la arcilla suramericana. Luego, algo falla. Pierde ante Novak Djokovic en Roma; el mes pasado, se reúne con su técnico y se despiden para siempre. Robredo se queda solo. Y solo sigue. "Necesitaba un cambio. Es como una relación con una chica. La dejas y no te vas con otra. Hay que esperar que las cosas se asienten", explica.

Mientras se asientan las cosas, a Robredo le aconsejan su padre y Albert Costa, el seleccionador español, que ven cómo descuenta rondas hasta cuartos a caballo de sus virtudes y sus defectos de siempre. "En tierra, es de los mejores si juega con garra y actitud de lucha continua", dicen en el vestuario. "Le pasa, sin embargo, como a muchos: tiende a querer dar clases de tenis cuando ha ganado varios partidos buenos seguidos". Los nombres de los tenistas que han derrotado a Robredo en los dos últimos torneos son significativos: Andy Murray (Madrid) y Djokovic (Roma). Es la frontera del español: le espera el número cinco y sólo ha ganado 16 de los 74 partidos que le han enfrentado a los 10 mejores del mundo.

"Le falta un poco de peso de pelota para desbordar a los más buenos en los puntos que definen los partidos", dice Emilio Sánchez Vicario. "Ha tenido épocas. En unas hizo un juego variado, cambiando alturas y velocidades, lo que le convierte en un jugador mucho más peligroso. En otras ha querido jugar a la velocidad del tenis de hoy en día y eso ha sido un handicap para él, además del reflejo de que siempre quiere mejorar. Un arma de doble filo. "Tommy tiene un físico espectacular y puede variar el juego para llevar al rival a su terreno: cuando se cansan, cuando están realmente tocados, puede dominarlos", añade Sánchez Vicario, que dibujó el mapa táctico con el que Feliciano López venció a Del Potro en la final de la Copa Davis de 2008. "Si le mezcla mucho, tiene muchas oportunidades. Debe variar mucho: alto, bajo y pelotas cortas porque el otro camina bastante mal hacia adelante y se sale bastante mal para atrás. Tiene que tirarle bolas al cuadro de saque, atraerle a la red... Los ángulos le cuestan mucho. Si juega a tirar palos...".

Tommy Robredo celebra un golpe ganador en el partido contra Philipp Kohlschreiber.
Tommy Robredo celebra un golpe ganador en el partido contra Philipp Kohlschreiber.AFP

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