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Reportaje:Tensión en Irán

Un país partido en dos

Las manifestaciones de los progubernamentales y de los reformistas simbolizan la profunda división política

Ángeles Espinosa

La profunda división de Irán quedó patente ayer en las dos manifestaciones multitudinarias que se celebraron en Teherán. Decenas de miles de partidarios del presidente Mahmud Ahmadineyad respondieron al llamamiento del Gobierno para expresar su "repulsa a los actos vandálicos de los últimos días". La convocatoria, justo en el mismo lugar donde una hora después se habían dado cita los simpatizantes de Mir Hosein Musaví, llevó a éste a cancelar la concentración. Sus seguidores no se resignaron y, en abierto desafío a las autoridades, marcharon en silencio hasta la sede de la radiotelevisión estatal. Los eslóganes de unos y otros no podían ser más diferentes.

"Estamos aquí porque nos lo ha pedido el líder supremo y porque estamos dispuestas a dar nuestra sangre por el islam, por la patria y por la revolución", explica Zahra, funcionaria de 27 años, en la manifestación oficial, la única que los corresponsales extranjeros estaban autorizados a cubrir. Zahra ha venido acompañada de amigas y familiares. Enseguida, una nube de chadores negros rodea a la periodista. Todas quieren expresarle su malestar por la cobertura que los medios extranjeros están haciendo del resultado electoral y de las protestas de los derrotados.

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"La culpa la tienen los medios de comunicación estadounidenses porque engañan a los jóvenes a través de las antenas parabólicas", asegura Zihe Purabbas, una funcionaria de 50 años que trabaja en la Universidad de los Hijos de los Mártires. En cualquier caso, asegura que quienes participan en los disturbios son una minoría: "Yo lo veo en la universidad, los estudiantes están en contra de lo que está sucediendo".

Tuba Javadnia se presenta como hermana de cuatro mártires. A pocas manzanas de allí, sobre el lateral de un edificio, están los rostros pintados de los cuatro hermanos de Javadnia que perdieron la vida en la guerra con Irak. "Transmita al mundo que estamos con nuestro líder supremo", ruega con vehemencia. "La implicación de algunos jóvenes en los disturbios es fruto del engaño de los agentes de EE UU, sus aliados y los hipócritas", declara. ¿Quiénes son los hipócritas? "Aquellos que no quieren que la República Islámica sea un país estable y desean acabar con la unidad de la nación iraní".

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"Muerte a América. Muerte a Israel", corea la riada humana que llega por la avenida de Karim Khan. Grupos intercalados de mujeres y hombres van desfilando ordenadamente ante las miradas de un puñado de guardias de tráfico y escasos agentes de policía. Mujeres envueltas en chadores desfilan bajo la bandera amarilla de los basiyís (la milicia de voluntarios islamistas). Apenas nadie les jalea desde los balcones. Tampoco veo que desde los edificios les ofrezcan agua, como en la marcha del día anterior.

Igual que el domingo antes de la concentración que celebró la victoria de Ahmineyad, las oficinas y empresas públicas dieron ayer libre a funcionarios y trabajadores a partir de las 12.00 para que pudieran acudir a la plaza de Val-i Asr. El lunes, sin embargo, un empleado de una de esas factorías confió a EL PAÍS que se habían encontrado con doble turno, lo que impidió que si lo deseaban pudieran acudir a la marcha pro-Musaví.

"No somos menos que los que se reunieron ayer ", me espeta Fateme Farahai, maestra de 42 años. "¿Por qué quieren ignorar nuestro voto? ¿No tenemos derecho porque no causamos disturbios? ¿Es que cada uno que esté descontento puede cambiar el voto?", argumenta.

Regreso a casa. Al bajar del metro en la estación de Mirdamad, varios jóvenes avisan a quienes llegan de que se ha desconvocado la manifestación pro-Musaví. El candidato derrotado ha dicho que no acudirá y pedido a sus seguidores que eviten dar pretextos al otro bando. Cojo un taxi, pero al llegar a Eskan, no podemos torcer a la derecha. La avenida Val-i Asr está invadida por una marea humana que camina hacia el edificio de la radiotelevisión. Ésta es la manifestación que las autoridades me prohíben cubrir, pero tengo que subir hasta mi calle andando. Durante todo el trayecto la gente guarda silencio y sólo de vez en cuando se oye dahst-e bala (manos arriba). Entonces todos alzan las manos haciendo el signo de la victoria.

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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