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Sexto verano con obras en Sol

La macroestación abre el domingo, pero la plaza no estará acabada hasta otoño - El Ayuntamiento empezó tarde el arreglo de la zona

Lleva seis años con la valla puesta, con los comercios tragando polvo, con los vecinos soportando ruido, con los turistas sin poder ver (entera) la plaza más céntrica de España y de Madrid. Ayer, algunos vendedores de la zona, entre golpes de maza y ruidos de excavadora, se lamentaban del dinero que han perdido y de las molestias. "Pero ya queda poco, ¿no?", preguntaba uno. "¿No acaban el domingo?". La respuesta es no. El domingo abre la macroestación de tren de Cercanías de la Puerta del Sol, pero ni acaban las obras ni se retiran las vallas. A la plaza (y a sus moradores) le queda otro verano de tierra, zanjas y carretillas.

"Lo que queda por hacer le corresponde al Ayuntamiento", explicó el lunes el director de Infraestructuras Ferroviarias del Ministerio de Fomento, Luis de Santiago. Ya no hay nada que cavar. Ahora todo el trabajo es en superficie. Un grupo de obreros corre estos días alrededor del templete de Sol para que al menos los adoquines de la entrada estén listos para la apertura. La estatua ecuestre de Carlos III y la fuente siguen rodeadas de vallas. ¿Por qué no se han puesto de acuerdo las dos administraciones para acabar al tiempo?

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En el Ayuntamiento culpan al ministerio. Una portavoz municipal explica que, a finales de marzo, contrataron las obras para arreglar la plaza. Lo hicieron así porque, según la citada portavoz, Fomento les comunicó su previsión de abrir la estación en otoño.

Pero las fechas no cuadran. Hace más de un año, en julio de 2008, el ministerio ya hablaba en una nota de prensa de "mediados de 2009" como fecha de apertura de la estación de Sol. Lo había dicho dijo la ex ministra Magdalena Álvarez. Es el último episodio. Durante años, la apertura de socavones, el hallazgo inesperado de restos arqueológicos, los fallos de previsión o la pelea entre administraciones han impedido despejar la plaza más importante de Madrid, a la que aún le queda otro verano de obras.La nueva Puerta del Sol será peatonal, con un único carril para taxis y residentes y nuevo pavimento. Pendientes aún de viejas molestias, como las obras, los vecinos de la Puerta del Sol empiezan a vivir otras nuevas. La entrada principal a la estación de Sol, el templete de cristales triangulares, centra las polémicas.

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Desde el balcón de la oficina de Elena Martín, en la tercera planta de un edificio de la Puerta del Sol, se ven los obreros como muñequitos tras las vallas, alineando adoquines grises sin parar. La mujer, apoyada en la baranda, ha vivido las obras en primera fila. Le molestaron sus ruidos, pero le gusta el resultado, aunque queden varios meses por delante para pasear por su plaza sin encontrar un solo obstáculo. El templete, dice, es futurista y moderno.

No es la opinión más repetida en Sol. La estructura ondulante, obra del arquitecto Antonio Fernández Alba, se proyecta en las fachadas de varios edificios de oficinas y comercios. A algunos de sus trabajadores les molesta la luz. O les disgusta la estructura.

"¿De verdad has encontrado a gente que defienda eso?". En la puerta de enfrente, sede de una asociación de discotecas, Juan Antonio Fernández clama contra el templete con cara de asco. El empresario, de 63 años, dice "eso" señalando a la ventana, con desdén, y hace un par de comentarios escatológicos. En su oficina, el sol que se refleja desde el templete molesta. "Sería aún peor si tuviéramos las mesas hacia el otro lado".

Su compañera de mostrador, Susana García, gira la cabeza. "No entiendo", añade, "cómo pueden permitir la marquesina ahí abajo, que rompe todas las vistas, y a nosotros ni siquiera nos dejan colocar un tiesto en el balcón para no estropear la imagen de la Puerta del Sol".

A mediodía, los reflejos se cuelan por las ventanas de la joyería del primer piso en el número 5 de Sol. "Te da en la cara y no ves a los clientes, estás con los ojos así". La dependienta lo cuenta de forma gráfica, con la mano delante de la cara y la nariz arrugada. Su compañero, que se lo toma a guasa, se ha colocado las gafas de sol por un rato.

En la zapatería del bajo también esquivan los rayos. Con una caja de sandalias en la mano, Jesús Lorenzo responde casi enfadado. "A partir de las cuatro, aquí no se puede estar". La luz entra por la puerta hasta el final de la sala y rebota en los espejos de dentro que forran el interior de la habitación, como una telaraña. Y, sí, se siguen oyendo los golpes de las máquinas taladrando el asfalto.

A Lorenzo, para más inri, el templete le parece "un muerto". "Hay horas en las que el escaparate no se ve desde fuera", asegura. Su vecino de negocio, Francisco Pérez, aparta unos cuantos vestiditos de niño del mostrador y vuelve al tema de las obras. "¿Cree usted que merecerá la pena todo el dinero que hemos perdido? Espero que por la boca de la estación salgan todos los compradores que hemos perdido estos años".

Obras de remodelación en Sol. Al fondo, los cristales de la entrada de la estación reflejan los rayos sobre la fachada de los edificios.
Obras de remodelación en Sol. Al fondo, los cristales de la entrada de la estación reflejan los rayos sobre la fachada de los edificios.CARLOS ROSILLO

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