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Acaba la selectividad
Columna
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Periodismo apátrida

Semanas atrás, concretamente el pasado 28 de mayo, el catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid Francisco J. Laporta publicó en EL PAÍS uno de los artículos más contundentes y lúcidos que he tenido oportunidad de leer acerca de la aplicación en España del Espacio Europeo de Educación Superior. Su título era Bolonia somos nosotros; su tesis y su denuncia, que una buena idea -la de alcanzar cierta equivalencia entre los estudios universitarios en todos los países de la Unión Europea- está siendo tergiversada y caricaturizada en las universidades españolas por obra y gracia de "los oportunistas, los caciques, los enredadores, las sectas y sectillas", esas gentes hambrientas siempre de ensanchar sus fantasmales mandarinatos y feudos académicos.

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En efecto, esto es lo que ha ocurrido a lo largo del curso 2008-2009: mientras la atención social y mediática se distraía en las protestas anti-Bolonia de una ruidosa minoría estudiantil, en las denuncias melodramáticas sobre la inminente "mercantilización" de la Universidad, ciertos grupos de intereses aprovechaban para aplicar con mano de hierro el quítate tu para ponerme yo y desarrollar pro domo sua los nuevos planes de estudios boloñeses.

Tenemos de ello un ejemplo insigne en la Facultad de Comunicación de la Universidad Autónoma de Barcelona. Allí, un grupo de bienintencionados docentes estuvo trabajando durante meses por darle al plan de estudios del futuro grado de Periodismo la transversalidad y los contenidos en ciencias sociales y humanas (ciencia política, literatura, historia...) que aconsejan la experiencia y el sentido común. Pero la ley de bronce de la oligarquía ha dictado otra cosa y, a día de hoy, la propuesta oficialista para dicho plan de estudios reduce -por ejemplo- la formación superior en historia contemporánea de los periodistas de mañana a una asignatura cuatrimestral de primer curso titulada Mundo Actual y Perspectiva Histórica. Fuera de eso, ninguna otra oportunidad, ni siquiera como materia optativa, de mejorar los frágiles conocimientos adquiridos en el bachillerato sobre el desarrollo histórico de la Cataluña y la España de los últimos dos siglos.

Preciso es reconocer que los caciques y los paladines de la endogamia son coherentes y tenaces. En la anterior reforma de planes de estudios, hace unos tres lustros, lograron cargarse la historia contemporánea de España; ahora, pretenden completar la labor suprimiendo también la historia de Cataluña. Es decir que, si nadie lo remedia, a partir del curso 2010-2011 la más antigua y más nutrida facultad del ramo en Cataluña formará a sus estudiantes de Periodismo sin darles ocasión alguna de aprender quién fue Enric Prat de la Riba o Francesc Macià, qué ha representado la CNT o cuál es el origen del Fomento del Trabajo Nacional, qué supuso la Mancomunitat o cuál fue el papel del movimiento vecinal en la erosión y crisis final del franquismo. Es una suerte que el Ayuntamiento de Barcelona celebre el Año Cerdà en 2009-2010, porque dentro de cinco años los flamantes titulados en Periodismo por la Universidad Autónoma no sabrán quién era ese tipo, ni en qué contexto surgió la urbanización del Eixample. Tampoco sabrán, por cierto, a qué se dedicaba un tal Josep Pla.

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Si semejantes dislates los cometiese una universidad privada, bastaría con esperar a que las leyes del mercado le propinasen el castigo que merece la insensatez. Pero estamos hablando de una facultad pública, sufragada con el dinero de todos y, por tanto, responsable ante la sociedad y las instituciones democráticas. Por ello me parece indispensable preguntar si nuestros medios de comunicación y el Colegio de Periodistas de Cataluña tienen algo que decir al respecto. En cuanto al consejero de Universidades y dirigente de Esquerra Republicana, Josep Huguet, y al titular de Cultura y profesor en excedencia de esa facultad, Joan Manuel Tresserras, tendría grandísima importancia conocer su opinión personal e institucional en esta materia. Permanecemos a la espera.

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