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Cumbre de las grandes potencias

Berlusconi sale indemne de la cumbre y anuncia que pasará agosto en L'Aquila

Barack Obama resumió el sentir general en cinco palabras: "La hospitalidad ha sido extraordinaria". Como diciendo: el anfitrión sabe recibir. Nadie dudaba de la capacidad de Silvio Berlusconi como maestro de ceremonias. En ese sentido, el televisivo primer ministro italiano ha superado con nota la prueba de la cumbre. La acogida ha sido espléndida, todos coinciden en eso, y no ha habido ni terremotos físicos ni morales. Berlusconi no ha recibido una sola pregunta comprometida en tres días. Quizá por respeto de la prensa a la "tregua" pedida por el presidente, Giorgio Napolitano. Quizá porque L'Aquila no era el lugar indicado.

Parece claro que el mayor acierto de Berlusconi fue previo al G-8: trasladar la cumbre desde el paraíso pagano de Cerdeña hasta la capital del dolor. El minuto de silencio guardado por los líderes mundiales en memoria de las víctimas del terremoto del pasado 6 de abril quedará como la imagen de la cumbre.

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L'Aquila, aún en ruinas, ha recibido el respeto, la solidaridad y el afecto de los grandes. Y también compromisos de ayuda financiera, que no está el déficit italiano (al 9,3% en el primer trimestre) como para tirar cohetes.

Tras asombrar al mundo con los relatos de menores y prostitutas, Berlusconi se ha embutido el traje de perfecto anfitrión, y sin bromear ni poner los cuernos a nadie en las fotos, sale vivo de la cita, si bien con el cuello rígido por la pertinaz tortícolis.

"Hemos alcanzado resultados excelentes", se autopromocionó al hacer balance. "Ha sido un gran éxito. Los elogios han sido incluso embarazosos". Pese a los palmetazos en la espalda, desde el punto de vista político la realidad es diferente. La frialdad que le dedicó Obama durante el paseo-encerrona por las ruinas, y su toma de postura ética al afirmar que el presidente Napolitano es el verdadero líder moral del país son señales claras de declive.

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Nada de eso ha deprimido a Berlusconi, que ayer abrazó sin asomo de pudor las ideas de Obama. "En política exterior no yerra un paso", afirmó.

Los demás líderes mundiales tampoco han sido pródigos en lisonjas, salvo Gaddafi, ahora fiel amigo a sueldo, y Mubarak, un habitual de Villa Certosa. Todos saben que el futuro de Berlusconi pasa por quitarse la chaqueta blanca de cantante.

En su papel de presidente de turno, Il Cavaliere predicó ayer contra la especulación y los paraísos fiscales, a favor de la ética de los negocios y la libertad de mercado (al menos no citó la libertad de prensa), y se conmovió hablando del hambre y la sed en África. Bob Geldof, en una nota, recordó que Italia solo ha cumplido el 3% de sus compromisos adquiridos con África desde 2005.

Berlusconi anunció que está buscando casa para pasar agosto en L'Aquila y supervisar las obras. Adiós a Villa Certosa, pues. Il Cavaliere sabe que sólo allí los sondeos pueden volver a subir.

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