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Reportaje:música

Vuelve el pirómano del piano

Jerry Lee Lewis, uno de los pioneros del 'rock and roll', pasea sus 75 años por España

Vuelve The Killer (nunca se fue del todo) y mira por el retrovisor de su atribulada vida. "Fue en un concierto en Canadá. Quería hacer algo diferente para mi público, así que me levanté mientras seguía tocando el piano y al topar mis botas con el taburete, lo pateé hacia atrás". Siempre hay una primera vez, y Jerry Lee Lewis (Ferriday, Luisiana, 1935) recuerda la que creó su imagen de marca: aporrear las teclas de pie, erigido en The Killer, el asesino, el ego más salvaje de los pioneros del rock. Una leyenda que, tras 16 años de ausencia, visita España este mes (actúa hoy en Madrid, el 18 en Málaga y el 21 en Barakaldo).

En una de sus muy raras entrevistas, al habla desde su rancho en Nesbit, Misisipi, y pese a su eterna parquedad, el viejo león se reconoce como cantante y pianista flamígero, capaz hasta de prender en una ocasión fuego al instrumento: "Lo hice cenizas sobre el escenario, porque se habían empeñado en convertirme en telonero de Chuck Berry". Ese lance adornaba Great balls of fire, filme sobre la vida de Jerry Lee Lewis y motivo para sacarle de nuevo a los escenarios hace dos décadas. "El protagonista, Dennis Quaid, estuvo muy bien, aunque yo le ayudé un poco. Y usaron tomas de mis manos sobre el teclado. No quisieron soltarme la pasta y se tuvieron que conformar con ellas", bromea.

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Su buen humor quizá provenga de Last man standing, el trabajo de duetos (un disco en estudio, otro en vivo acompañado de DVD) que ha vuelto a revitalizarle. "El sueño de cualquier roquero", confesó Bruce Springsteen, después de participar junto a Mick Jagger, Neil Young, Jimmy Page, Willie Nelson... Todos, admiradores y empequeñecidos ante The Killer: "Conozco a muchos hace tiempo y no creo que se sintieran intimidados, espero que pasaran un buen rato".

Otro de ellos, John Fogerty, resumía la experiencia en su reciente paso por España: "Resultó muy agradable, Jerry Lee ya no es ese personaje que daba un poco de miedo. Y su eclosión en los últimos cincuenta fue muy importante para que yo quisiera ser músico". Lewis también rememora imágenes adolescentes fundamentales en su particular mezcla de estilos, del country a la música negra: "Pasaba horas en un juke joint (local para afroamericanos) propiedad de mi tío, escuchando blues de tipos como B.B. King".

La familia de Jerry Lee amaba la música. "Me compraron de niño, con mucho esfuerzo, un piano. Aún está aquí", relata. "La mejor inversión del viejo Elmo Lewis en toda su vida", tercia entre carcajadas Phoebe, hija y representante del artista, en referencia al abuelo. Ella ejerce de ángel custodio y veta cualquier pregunta relacionada con tribulaciones religiosas (Jerry Lee ya no cree que su música sea cosa del diablo, como solía decir). Su detención en 1976 por intentar entrar con un arma en Graceland, la mansión de Elvis Presley, o su caída en desgracia, tras un breve estrellato (el single Whole lotta shakin' going on vendió seis millones de copias), por haberse casado con su prima de 13 años, son también tabúes.

Lewis tuvo un gran amigo en Elvis. Ambos partieron en el mismo sello de Memphis, Sun Records: "Me sentía muy próximo a él, al igual que a Carl Perkins o a Johnny Cash". De los cuatro, integrantes del llamado Million Dollar Quartet, nombre de un mítico disco compartido, sólo vive The Killer: "En Sun eran frecuentes las sesiones improvisadas cuando alguno pasaba por allí. Ese día coincidimos todos, incluido, pese a que se haya puesto en duda, Johnny Cash".

A Jerry Lee le costó una década resurgir tras el escándalo de su boda y lo logró como baladista country a finales de los sesenta. Grandes álbumes vaqueros, mientras sobre las tablas no dejaba de rocanrolear. "Porque era lo que la gente quería oír, no porque yo lo echara de menos. Nunca he añorado nada". Lewis afronta su gira por España convencido de su vigencia: "Sé que esperan un buen show. Creo que ahora tengo un público nuevo, quizá por Last man standing, el proyecto que me devolvió al estudio. Fue genial sentarse otra vez ante el micro y tocar el piano".

Jerry Lee Lewis aporrea un piano ardiendo, evocación, en forma de montaje promocional, de sus viejos y brutales conciertos de los años cincuenta y sesenta.
Jerry Lee Lewis aporrea un piano ardiendo, evocación, en forma de montaje promocional, de sus viejos y brutales conciertos de los años cincuenta y sesenta.
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