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Análisis:ENCADENA2 | TOUR 2009 | 19ª etapa
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Los aficionados

El terreno de juego del ciclismo abarca el país entero donde se desarrolla la carrera, las bandas laterales son las cunetas y los quitamiedos y cualquier punto de la carretera sirve para trazar la línea de meta. Para asistir a este espectáculo no hay que pagar, porque ningún club ni presidente es dueño de la cancha. La visión de las gradas alpinas y pirenaicas tomadas por miles de aficionados que acampan en los prados durante días para poder contemplar durante unos minutos el paso de los corredores aumenta su interés. Sin ellos, sin sus gritos en veinte idiomas diferentes, sin su pasión, sin los colores de todas las banderas ondeando, el ciclismo no brillaría tanto.

En esta fiesta algunos de los aficionados son ya viejos conocidos y un año tras otro los encontramos en las cunetas, fieles a la cita, disfrazados de arlequín o de gondolero, de supermán o de diablo rojo -el entrañable Didi-. Nunca falta un grupo de monjas que aplaude en la puerta de un convento, ni un acalorado en tanga estorbando el paso. Otros se suben a las palas de las excavadoras para ver mejor, corren a caballo en paralelo, hacen olas con cartulinas amarillas y alzan a sus hijos sobre los hombros para que el desfile de las bicicletas se grabe para siempre en los ojos infantiles. Los más entusiastas escriben con heno en las praderas, con piedras o con telas, mensajes de vivas y de apoyo y rotulan en el asfalto con pintura blanca el nombre de sus ídolos.

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Ciclistas generosos a 46 por hora

Creo que ninguna afición deportiva es tan ecuánime y noble como la del ciclismo. Sus adeptos no hacen del rival un enemigo y hasta ahora no ha servido de pantalla para organizaciones nazis o racistas ni ha sido un reducto de ultras, ni de barras bravas, ni de skins. Los fans que invaden las rampas de los puertos aplauden con entusiasmo la llegada de sus ídolos, pero no insultan a sus rivales, no los agreden, no les lanzan a la cabeza monedas ni mecheros ni botellas de agua congelada. Al contrario, animan a todos, al margen del país o del equipo al que pertenecen, les ofrecen bebida, respetan su sacrificio y valoran su esfuerzo. A poco que se dejen llevar por sus impulsos harán algo prohibido: empujar durante unos metros al ciclista que se tambalea exhausto en mitad de una rampa.

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